Cada semana hay una entretención. Las últimas ya parecen seriados de Netflix. La primera dama lleva a los niños a pasear a Panaca en el avión presidencial y sigue sesudo debate periodístico del “tipejo peludo” y “la hipócrita”. Aida Merlano, heredera en el barrio del oficio de compra-votos, cae presa porque se atrevió a prestarles sus servicios a dos caciques electorales, Char y Gerlein, a la vez. Se fuga, cual maga encadenada, y cae en las garras de Maduro, el malo de la película.
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