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El informe Bird-Wiesner

Juan Carlos Gómez
21 de agosto de 2011 - 11:00 p. m.

En días pasados se cumplieron 30 años de la presentación del informe Las finanzas intergubernamentales en Colombia, siendo Eduardo Wiesner ministro de Hacienda y Richard Bird director de la misión, y con la participación de distinguidos expertos como Enrique Low, Roberto Junguito, José Antonio Ocampo, Guillermo Perry y Jorge Ospina.

Este informe marcó en su momento un hito en la historia de los estudios fiscales y, a diferencia de otros, su propósito no fue plantear recomendaciones para aumentar los recaudos sino hacer más eficiente el gasto público, como una forma de evitar el ‘efecto please’, de acuerdo con el cual, decía el informe, “cualquier aumento en los ingresos tributarios tiende a generar un incremento en los gastos de funcionamiento y, por lo tanto, su impacto sobre el desarrollo económico es mínimo”. Desde entonces era evidente que la estructura de la hacienda pública en Colombia conduce al despilfarro y a la mala asignación de los escasos recursos disponibles.

Llama la atención que se hayan desatendido las recomendaciones respecto a la eliminación de los “impuestos a la nómina” destinados a financiar al ICBF y a las cajas de compensación familiar.

A propósito de la batalla del debt-ceiling en el Congreso de los Estados Unidos, es una lástima que sea un odioso movimiento de ultra derecha como el Tea Party el que se tome la bandera de algo —tan obvio como vital— que le debería preocupar a los ciudadanos de todos los países del mundo: que la voracidad presupuestal de los gobernantes torpes o corruptos no tiene límites y la infamia de que los impuestos que pagamos sean el alimento del goloso Leviatán. En esta realidad se encuentra la génesis de todas las revoluciones trascendentales de la historia, como la de Francia en 1789.

La corrupción, aparte de las conductas penales que implica, tiene un efecto devastador sobre la confianza de los ciudadanos en el Estado y su voluntad de soportar la carga tributaria. Por ejemplo, frente a la evidente trasformación de la ciudad y su civilizado renacer, hubo una época en la que muchísimos bogotanos agradecidos pagábamos voluntariamente un porcentaje adicional de impuestos distritales, como predial y rodamiento. Ojalá pronto hubiera razones para que ello volviera a suceder.

 

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