Publicidad

El lenguaje preciso es necesario para llegar a la verdad

José Fernando Isaza
17 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.

“El asesinato de un ciudadano japonés por un miembro activo de la Policía Nacional es un crimen que nos avergüenza a todos los colombianos”. Con estas palabras el entonces presidente César Gaviria condenó el asesinato de Tsuyoshi Mokuda y ofreció excusas al Japón. Claras palabras, crimen y asesinato.

Al referirse al asesinato de Javier Ordóñez, el presidente Duque dijo: “Hechos que generaron dolor como la situación dolorosa que le ocurrió a Javier Ordóñez. Sabemos que ese hecho ha generado profunda indignación, pero hemos visto la actitud gallarda y rápida por parte de nuestra institución policial con instrucción muy clara para que este hecho se aclare con velocidad...”.

Llamar “hechos que generan dolor” a la tortura y el posterior asesinato a sangre fría y en condición de indefensión, y no crimen o asesinato con alevosía, es tratar de esconder la realidad. Decir que a Ordóñez “le ocurrió una situación dolorosa” es minimizar un delito grave; no le ocurrió una situación dolorosa, lo asesinaron a sangre fría. Si Duque quería reducir la previsible indignación por este atropello despiadado realizado por un miembro de una institución de la cual el presidente es el jefe supremo, no pudo escoger peores adjetivos para minimizar el homicidio; no era el momento de congratular a la Policía Nacional por su “actitud gallarda”. Esta declaración inicial ayudó a caldear los ánimos. Dos días después, trató de rechazar el asesinato, sin mencionar a los otros trece muertos.

Ha sido política tradicional del Centro Democrático creer que, cambiando los nombres a los delitos, estos desaparecen o se vuelven menos letales. Asesinar a un grupo de personas es una masacre, así el Gobierno crea que llamándola “homicidio colectivo” deja de ser masacre. Ni siquiera emplea la expresión “asesinatos colectivos”, pues en el homicidio no concurren las circunstancias de alevosía o ensañamiento.

Durante la primera etapa del gobierno de Álvaro Uribe se produjo la más aterradora y masiva violación a los derechos humanos: el asesinato, realizado por integrantes activos del Ejército Nacional, con premeditación y alevosía, de cerca de 10.000 personas, no combatientes e indefensas, a quienes vistieron con uniformes de la guerrilla para asesinarlas a mansalva y presentarlas como trofeos de guerra, para lograr beneficios económicos, permisos y felicitaciones, y saciar la sed de sangre. Llamarlos “falsos positivos” no disminuye la gravedad de este terrible accionar. Hay que recordar que la directiva 29 del 2005 del Mindefensa estimuló este execrable delito, que el comandante supremo de las Fuerzas Militares en ocasiones justificó con frases como: “No estaban recogiendo café”, y trató de ocultar con frases del tenor de: “Más que falsos positivos son falsas denuncias”.

Parecería que el Centro Democrático aprendió del jefe de propaganda de la Alemania nazi, quien empleaba eufemismos para referirse a crímenes de guerra. “Solución final” fue el nombre que le dieron al genocidio de más de seis millones de judíos.

La guerrilla del Eln no ha escapado a esta inmoral política. El atentado a la Escuela de Cadetes es un acto terrorista, no es una acción militar. Los estudiantes no estaban desarrollando acciones bélicas. El reclutamiento de menores de edad en la guerrilla de las Farc es un crimen de guerra y no una “extracción” voluntaria de niños que buscaban un mejor destino.

El lenguaje preciso es necesario para llegar a la verdad.

 

Alberto(3788)17 de septiembre de 2020 - 11:17 p. m.
Extraordinaria columna. Gracias, José Fernando Isaza.
Fernando(70558)17 de septiembre de 2020 - 08:40 p. m.
Muy cierto. La casta dominante, sanguinaria y asesina, que se ha mantenido en el poder por el terror y el miedo que genera en la población, ha logrado hasta USURPAR las palabras, el nombre de las cosas y los hechos con los que el pueblo la identifica, cambiándolos por eufemismos que imponen a través de los medios masivos de comunicación que su poder económico les permite monopolizar.
shirley(13697)17 de septiembre de 2020 - 07:00 p. m.
El fetichismo del lenguaje. Creer que " las palabras " son las cosas o los hechos. Cuando el sabio señala la luna mucha humanidad se queda contemplando el dedo. Los hechos que rodearon la muerte de Javier Ordoñez tienen todos los elementos típicos de UN ASESINATO. Tal cual. Nada de " abuso de autoridad " ni " exceso de fuerza ". Delincuentes disfrazados de policías para saciar sus ansias de sangre
Francisco(82596)17 de septiembre de 2020 - 01:43 p. m.
Hola, amigos. Perfecta columna en la que no falta nada ni sobra nada. Mejor no se puede decir. Al pan, pan; y al vino, vino. Y el ejemplo citado del expresidente Gaviria muestra cómo han cambiado las cosas con el Centro Democrático mandando. ¡Qué horror!
Adrianus(87145)17 de septiembre de 2020 - 06:27 p. m.
Muy acertada su elaboración señor Isaza. Es una vileza lo que hace el gobierno al cambiar el nombre a los hechos execrables para que generen menos impacto. Eso es propio de miserables y mezquinos. Estos reyezuelos se creen dueños del país y lo manejan como a su latifundio y sus capataces. Lejos están de comportarse y actuar como estadistas. Eso está reservado a los grandes.
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar