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El libro de Fidel

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Héctor Abad Faciolince
16 de noviembre de 2008 - 03:00 a. m.
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SEGÚN LOS BIÓGRAFOS DE FIDEL Castro, el Comandante no escribe, sino que dicta, como le corresponde a un dictador. Según sus hagiógrafos, el máximo jefe de la revolución cubana es como Sócrates y Jesús, ágrafo, pero tiene amanuenses dispuestos a copiar cada discurso suyo, cada parábola o cada ocurrencia que sale de sus labios.

Este (La paz en Colombia) también parece un libro dictado, más que escrito. Dice su autor que invirtió “más de 400 horas en este esfuerzo”, lo cual, en jornadas normales, da un mes y medio de trabajo, cosa que no está mal para un convaleciente.

Ante todo, el libro no es lo que su título anuncia, pues pedazos muy largos se dedican a obsesiones privadas y netamente isleñas de Castro: documentos de la OEA, respuestas de Cuba, propuestas de Carter, indignadas defensas de la revolución. El libro tiene el desorden temático y cronológico de una mente todavía inquieta, pero ya incapaz de concentración y coherencia respecto a un mismo asunto. Es una colección dispersa de citas que el comandante no dicta, sino que ordena transcribir por extenso. Evidentemente Castro sacó de la biblioteca sus viejos libros sobre Colombia, y sus horas de trabajo son sobre todo horas de lectura, con comentarios marginales a estas lecturas, entre otras las biografías de Tirofijo de Arturo Alape, las memorias de Pastrana, las transcripciones parciales de informes secretos de algunos encuentros con jefes guerrilleros, y el recuento de las actuaciones de funcionarios cubanos en Colombia.

Fuera de algunos detalles más o menos inéditos sobre la liberación del hermano del ex presidente Gaviria, quizá el dato más importante del libro sea la confirmación explícita de algo que ya sabíamos: que las Farc engañaron al presidente Andrés Pastrana desde el comienzo de los diálogos del Caguán, y que la guerrilla hizo la pantomima de negociar, cuando en realidad lo que pretendían con el despeje era fortalecerse económica, militar y estratégicamente. De hecho, según se desprende del libro de Fidel, los enviados cubanos al Caguán podían informar al presidente Pastrana de todo lo que hablaban con Marulanda, menos de que su verdadera intención era una gran ofensiva militar para tomarse el poder. El aparente proceso de paz era una coartada para preparar una ilusoria (pero real en las intenciones) ofensiva final.

Aunque el propósito de Castro al publicar su libro sea demostrar cuánto ha hecho por la paz de Colombia, si se leen las transcripciones de sus conversaciones con los cabecillas guerrilleros, entre líneas se entiende la camaradería y solidaridad entre el viejo combatiente y sus despistados émulos locales. Pero aun en esto el libro es pobre y queda trunco porque se detiene a principios del siglo, y estos últimos seis años, los que más nos interesan, porque son los de la paulatina derrota de las Farc, se pasan olímpicamente por alto. Es posible que, como este desastre pasa por las manos de Chávez, y la debacle sigue pese al apoyo velado del coronel vecino, Fidel prefiera no revelar intríngulis y secretos de Estado recientes. Omite por completo el nombre de Uribe, y esto le da a su libro un tono de cosas superadas. Un tinte amarillento de cuento viejo.

Hay sin embargo una frase sibilina del viejo dictador, que tal vez sea la única que hace que valga la pena leer este libro más lleno de citas ajenas que de pensamientos propios. Está muy al principio y dice así: “guerrilleros que perdieron años planeando triunfos para las calendas griegas”. Las calendas griegas, como se sabe, eran una fecha en que, según el emperador Augusto, se pagarían ciertas deudas. Como las calendas (una parte del mes) existían solamente en el calendario romano, y no en el griego, se entiende que las calendas griegas son sinónimo de nunca. Fidel Castro da así su pronóstico de la fecha del triunfo de las Farc. Será en las calendas griegas, o mejor dicho, nunca.

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