Por: Mar Candela*
El miedo más común que se nos han inculcado a todas las mujereses es a morirnos solas. Cada vez que terminamos una relación, vemos el mismo flash forward: y hasta nos imaginamos hablando solas.
El miedo a que la menstruación nos haga pasar un mal rato porque manchamos la ropa nos persigue cada mes como si un accidente de estos fuera algo que nos tuviera que hacer sentir las peores en todo. Sí, obvio, es feíto que algo así pase. No obstante, si llegara a pasar, no deberíamos hacer drama. Nuestra sangre es natural y es limpia. La más limpia de todas las sangres es la sangre que da vida. En un país donde la sangre de jóvenes en la guerra no escandaliza, no entiendo por qué el sangrado menstrual tiene que escandalizar.
Tenemos pánico a que nos dejen de querer de repente. Porque eso de que no nos hagan sentir queridas indica que “somos malas mujeres”
El miedo puede formar parte del carácter de la persona. Se puede por tanto aprender . Aprendemos a temer a objetos o contextos, y también a no temerlos. El miedo se relaciona de manera compleja con otros sentimientos y tiene una estrecha relación con los distintos elementos culturales. Por eso podemos temer incluso al miedo mismo, como al amor, a la soledad o al fracaso entre más imaginarios. Desde una mirada psicológica algunos expertos afirman que el miedo es un estado afectivo, emocional. Que es necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad en la persona, ya que la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
Todas las personas debemos sentir un poco de miedo por supervivencia. El punto es que los miedos de las mujeres son unos miedos mayores que nos pueden llevar a fobias complejas. Estos miedos son cultivados y normalizados por la estructura social y política.
Ningún miedo como el miedo a ser violadas La violación es parte de las no pocas manifestaciones de la violencia de género contra las mujeres. La violación es un arma dirigida de manera enfática y mayoritaria contra las mujeres sin que importe su edad. (Aunque debo decir que ha crecido la violación a hombres y las tasas de violaciones a infantes). La violación ha sido utilizada como estrategia de guerra, para reducir a las mujeres humillándolas; también como “medicina para curar” el lesbianismo, como método de conquista y colonización; es además una de las expresiones de violencia más crueles en la vida de pareja. La lista es enorme...
Cada vez que se conoce una noticia sobre un ataque sexual, ya sea en Colombia o en otra parte del planeta, cada vez que escuchamos cosas como lo que le sucedió hace un tiempo en un transporte público de la India a una joven que al volver del cine fue víctima de una violación múltiple que acabó con su vida, o casos como el de la adolescente violada por 30 hombres en Brasil, es inevitable que la percepción de nuestra seguridad y nuestra esperanza no mueran dentro de nosotras. Con cada ocasión en que alguna es violada se nos envía un mensaje amenazante que viaja directo a nuestra mente y a nuestro espíritu y nos dice que podríamos haber sido nosotras o nuestras hijas, que puede ser en cualquier momento.
Apreciadas lectoras, estamos realmente solas con este miedo. Las sabias abuelitas dicen “mejor prevenir que curar”. No me canso de recordarles que en Colombia en el 2017 --lo que va del año-- más de 200 mujeres y niñas han sido violadas y asesinadas antes torturadas.
Reflexión final: traigo a la memoria las palabras de Elie Wiesel “ANTE LAS ATROCIDADES TENEMOS QUE TOMAR PARTIDO. LA POSICIÓN NEUTRAL AYUDA SIEMPRE AL OPRESOR, NUNCA A LA VÍCTIMA”.
Para invitarlas: buscar la manera de aprender técnicas de defensa personal y enseñarle a otras mujeres lo que aprenden es un modo de tomar partido a favor de la libertad de las mujeres
* Ideóloga, Feminismo Artesanal