El desastre en Estados Unidos se ha llevado todos los reflectores globales, pero hay otro atentado contra la democracia que tiene mucha más posibilidad de triunfar: China sigue aplastando los derechos políticos de los habitantes de Hong Kong. Ante la pasividad global, el Partido Comunista Chino arrestó a 53 figuras de la oposición hongkonesa, amparado en una autoritaria ley de seguridad y confiado en que su poderío económico lo blinda de cualquier crítica. Salvo algunos reclamos, las democracias occidentales han decidido guardar distancia. El Gobierno colombiano, tan justamente preocupado por el autoritarismo en nuestras fronteras, no se ha manifestado sobre este tema.
Pese a su promesa de respetar la autonomía en Hong Kong, incluyendo sus instituciones democráticas y la independencia de sus operadores judiciales, el régimen de Xi Jinping ha sido contundente en el silenciamiento de las voces opositoras. Así impulsó, a través de sus aliados en Hong Kong, una ley de seguridad que básicamente permite encarcelar a cualquier persona que tenga una opinión peligrosa. Ahora la democracia es vista como un delito. Siquiera mencionarla es razón suficiente para ser encarcelado.
La directora regional de Amnistía Internacional para Asia y Oceanía, Yamini Mishra, lo explica con claridad: “Esta terrible represión de la oposición política de Hong Kong es la más clara demostración de cómo se ha instrumentalizado la ley de seguridad nacional para castigar a quienquiera que se atreva a cuestionar el sistema. Acusar de ‘subversión’ a decenas de activistas y legisladores partidarios de la democracia es un atentado flagrante a su derecho a la libertad de expresión y asociación”.
El régimen chino encuentra como “subversivo” cualquier discurso que se le oponga. Estos van desde usar una figura de Winnie Pooh para caricaturizar a Xi Jinping hasta exigir que se detenga la explotación de los musulmanes uigures, perseguidos por el Estado. Ahora, indignado por la ola de protestas y la fuerza del movimiento prodemocracia en Hong Kong, la opción de China continental ha sido despojar a la isla de las características que la convirtieron en una ciudad referente a nivel internacional. Lo propio ha intentado hacer, con menos éxito, con la isla de Taiwán.
Curiosamente, una de las pocas buenas políticas adoptadas por la administración de Donald Trump ha sido una posición más fuerte ante China. Esta semana Mike Pompeo, secretario de Estado, eliminó todas las limitaciones diplomáticas en la relación de Estados Unidos con Taiwán. Aunque China prometió contestar con agresividad, es lo correcto. Nos unimos al llamado que hizo El País de España en un editorial: “Las democracias liberales deben coordinar sus estrategias ante el ascenso de una China autoritaria”.
Un mundo donde el autoritarismo chino sea referente y donde las democracias se vean silenciadas por el poder económico de Pekín es angustiante. No podemos permitirlo. Hace poco, a propósito de Venezuela, el presidente Iván Duque expresó su preocupación “como defensores de la democracia” que somos. Estamos de acuerdo con esa postura. ¿Se aplicará de igual manera a los atropellos de China?
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