El peligro de Ordóñez en la OEA para toda la región

Catalina Ruiz-Navarro
30 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

Los favores políticos que llevan a la Presidencia toca pagarlos, y Duque comenzó a saldar deudas nombrando a Alejandro Ordóñez como representante de Colombia en la OEA y exponiendo al país a una vergüenza internacional. Una cosa es lidiar con las vainas de Ordóñez en casa, y otra que diga ante la comunidad internacional uno de sus exabruptos como que “si se aceptan el aborto, la eutanasia y el matrimonio igualitario, luego vendrán el derecho a la zoofilia y la legalización de la pederastia”. Pronto el mundo sabrá que nuestro exprocurador fue anulado por corrupción, que usó su poder para atacar los derechos humanos de las mujeres, las minorías y las víctimas del conflicto. Todo el continente se va a enterar de que el tipo quemó libros como “ejercicio pedagógico”, que pertenece a una secta católica de ultraderecha, los lefebvristas, expulsados de la Iglesia católica por negarse a aceptar que hay separación entre Iglesia y Estado. Y el problema no es que el mundo lo sepa, es que ahora Ordóñez es un gran problema para toda la región.

La llegada de Ordóñez a la OEA es un paso para transnacionalizar una ultraderecha peligrosa que se está trepando a los gobiernos de todo el continente. Ordóñez en la OEA significa que vienen talanqueras para los avances hacia la legalización de las drogas, tan necesaria para resolver el gravísimo problema de violencia y bandas criminales en toda América Latina. Ordóñez en la OEA será un problema para México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua: los países más afectados por la guerra contra las drogas y por la militarización rampante. Estos mismos países tienen serios problemas en materia de derechos humanos y derechos de las mujeres. En Honduras, Nicaragua y El Salvador, el aborto está prohibido en todos los casos y hay muchas mujeres encarceladas con penas de hasta 30 años por abortos espontáneos. Ordóñez llegará a la OEA con su obsesión personal en la agenda: ir en contra de los derechos sexuales y reproductivos, en la región del mundo en donde los marcos legales para estos derechos son los más restrictivos. Esta es una alerta para los movimientos feministas latinoamericanos: Ordóñez es un tipo sagaz, perseverante y corrupto y va a buscar activamente que haya retrocesos en derechos sexuales y reproductivos y derechos de la comunidad LGBTI para toda la región.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es “un órgano principal y autónomo” de la OEA y tiene por función defender los derechos humanos en la región, especialmente cuando Estados como Colombia fallan en garantizarlos. La CIDH es financiada con US$5 millones que salen de una vaca que hacen los 35 países de la OEA. Como esa plata no alcanza, la CIDH también recibe contribuciones voluntarias de países de todas las regiones del mundo. En 2016, la CIDH tuvo una grave crisis financiera, pues recibió US$1 millón menos en esas donaciones voluntarias y casi se acaba. Esto es gravísimo para toda la región, pues hay muchos casos de crímenes de lesa humanidad, como el caso de Ayotzinapa, que no pueden ser llevados por un Estado que es cómplice, y el papel de la CIDH es ser ese último recurso de acceso a la justicia. Desde mucho antes de 2016 la CIDH atraviesa una crisis financiera y su existencia depende de la voluntad política de los países observadores y de los que la conforman, pero los primeros han estado recortando su presupuesto en los últimos años y entre los segundos hay muchos gobiernos que han violado y quieren seguir violando impunemente los derechos humanos y se relamen con la idea de que la CIDH se acabe. El 8 de noviembre de 2017, nuestro hoy representante plenipotenciario ante la OEA tuiteaba: “Comisión Interamericana de Derechos Humanos es un órgano político que pretende intervenir en la política colombiana. Sus decisiones chocan recurrentemente contra nuestro sistema judicial”, “¿Quiénes componen la CIDH?: Miembros de la izquierda internacional en busca de recursos para financiarse”. Son ideas recurrentes en los discursos de Ordóñez, quien ha sido denunciado múltiples veces ante la CIDH. Es difícil creer que, ya enquistado en la OEA, no vaya a hacer todo lo posible para acabar con el Sistema Interamericano y esto es muy peligroso para una región que atraviesa una grave crisis de derechos humanos.

Duque tiene una deuda con Ordóñez a través de Uribe, pero aún está a tiempo de echarse para atrás, revocar el nombramiento de Ordóñez y hacerle un favor a toda la región. Varias personas y organizaciones le estamos pidiendo esto en una carta que. al momento en que escribo esta columna. lleva 174.646 firmas que buscan decirle a Duque algo que quizás no le han repetido lo suficiente: a pesar de las mangualas de nuestros tiranosaurios políticos, el nuevo presidente es él.

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