Atalaya

El primer año de la economía naranja

Juan David Zuloaga D.
22 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

Deja cierto sinsabor el informe del primer año de gestión de la señora ministra de Cultura, Carmen Inés Vásquez Camacho, publicado en este diario el domingo 11 de agosto. El artículo, titulado “Economía naranja, año de arranque”, se centra en los logros obtenidos por esta industria.

Y deja cierto sinsabor porque el escrito de la ministra ni aclara qué significa economía naranja ni ofrece un análisis más o menos profundo del desarrollo de la industria. Se limita el informe a dar ciertas cifras que, en opinión de la ministra, son sinónimo de los logros del Ministerio, y del dinamismo y de la importancia del sector. Hubiera sido deseable, sin embargo, que se le brindara al lector una definición de una noción que lleva un año en boca del Gobierno y que sigue siendo etérea, inaprehensible, difusa.

Hay una alusión a la ley que justifica y ampara las industrias naranjas. Nos dice la ministra: “Debemos entender que se trata de la implementación de la Ley 1834 de 2017, que tiene correspondencia directa con el programa de gobierno del presidente, Iván Duque”. Y más adelante, para señalar la relevancia del proyecto, sostiene que han dispuesto los mecanismos para el desarrollo efectivo de dicha ley, entre ellos “un Consejo de Economía Naranja donde se sientan siete ministros y cinco directores de agencias nacionales a concretar acciones para el impulso del sector. Además, la creación del Viceministerio de la Creatividad y la Economía Naranja, que ha permitido dinamizar la gestión”.

Acto seguido comparte una serie de cifras que parecen muy elocuentes: que se hizo una inversión directa de $819.000 millones, que la economía naranja ocupó a 282.566 personas, que en el año 2018 el sector aportó $15, 6 billones al valor agregado de la economía nacional. Muy impresionante; o eso parece, pues para saber si la decisión del Gobierno y la aseveración de la ministra Vásquez, según la cual entiende “la economía naranja como una de las mayores oportunidades para el desarrollo social y económico del país”, son ciertas, deberían compararse con los índices de gestión y los logros obtenidos en los años anteriores en cultura, cuando no teníamos un Viceministerio de Economía Naranja, ni siete ministros ni cinco directores de agencias nacionales sentados con el fin de concretar acciones para el impulso del sector. Permitiría esa comparación saber qué tan decisiva ha sido la labor de todo este equipo de trabajo y su voluntad por aunar esfuerzos.

Pero queda también el sinsabor de sentir que la labor del Ministerio de Cultura se ha limitado a fomentar la llamada industria naranja, sin que apenas quede espacio para una transformación del país a través de la cultura. Porque la cultura no sólo es (o no sólo debería ser) industria y cifras y directores de agencias nacionales, sino que también es (o debería ser) una cosmovisión del mundo, una construcción de identidad, un ensanchar las posibilidades vitales y de expresión y de imaginación de todos los individuos y de todo un pueblo, y debería ser también la gestación, día a día, de un mundo más humano, más compasivo y más bello; sea naranja o no lo sea.

@Los_atalayas, atalaya.espectador@gmail.com

 

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