El problema es otro

Luis Carlos Vélez
27 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Lo que voy a decir en esta columna va a molestar a muchos y probablemente no va a ser tendencia, porque no es lo popular y, por lo tanto, no tendrá la venia de los que manejan la opinión pública en redes. Así que, consciente de que probablemente sucederá al revés y me hará blanco de insultos, acá va: hasta hoy no hay ninguna evidencia clara del retorno de los falsos positivos.

Empiezo por la información que hemos recogido en la última semana sobre el tema. Tal vez lo más importante es la entrevista que realizamos a Carlos Negret, defensor del Pueblo, en La FM, en la que aseguró que no tiene información ni registro de quejas o denuncias sobre el retorno de ejecuciones extrajudiciales. Esto es muy relevante, ya que la Defensoría del Pueblo ha sido históricamente determinante en identificar miedos y amenazas en la población. Su sistema de alertas tempranas ha permitido detectar precisa y consistentemente, basado en inteligencia en terreno, riesgos de atentados, ataques o acciones con sistematicidad. En el caso del regreso de los falsos positivos no hay nada.

En segundo lugar, las Fuerzas Armadas han revelado sus datos sobre operaciones y muertes en combate del primer trimestre del año. Las cifras, comparadas con el mismo período del año pasado, muestran un incremento en las operaciones del 134 % mientras que el número de muertos en combate pasó de 64 a 67. Es decir, mientras el Ejército ha estado más activo ha generado menos muertes en sus acciones de forma proporcional. Dato que derribaría el postulado de que hay más incentivos para matar, ya que, ante más oportunidades, el resultado relativo ha sido menor.

Usted podría argumentar que están matando a los líderes sociales y tiene razón. Pero la realidad es que no se puede vincular a las fuerzas del Estado con una sistematicidad en los asesinatos. Una cosa es que evidentemente el país no tenga la capacidad de proteger a sus líderes y otra muy diferente es estar tras sus muertes; es más, varios estudios, incluidos algunos recientes de Naciones Unidas, señalan que tras los crímenes a los líderes sociales están grupos criminales como los Gao, residuales de Farc, Eln, Clan del Golfo y Caparrapos.

Es cierto que en las Fuerzas Armadas existió una circular que pedía estimar las afectaciones para este año y, además, una política de mando que sugería duplicar la efectividad en las operaciones que pudieron ser interpretadas como un llamado a más muertes, pero por ahora no hay suficiente evidencia de que eso generó una nueva ola de muertes extrajudiciales.

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Aún existen venas abiertas en los casos de los falsos positivos del 2005. Hasta hoy no hay un solo general condenado por el tema, mientras que hay más de 1.000 soldados y algunos oficiales castigados por los horrendos hechos. Es más, fuentes de la Fiscalía señalan que habría por lo menos 20 investigaciones en curso que involucrarían a generales, pero que misteriosamente no se han movido.

¿Cuándo conoceremos la verdad? Es imperativo exigirles a las autoridades que avancen en las pesquisas cuando gota a gota aparecen nuevas informaciones, como las de este sábado de la agencia AP, en donde se revelan nuevas pruebas que podrían vincular al actual comandante del Ejército de Colombia, general Martínez Espinel, con el encubrimiento de falsos positivos.

Entiendo la premisa de que el periodismo es contrapoder, la comparto; pero también comprendo que la labor del periodismo es encontrar la verdad, aunque esta te deje bailando solo en una esquina.

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