Mi Butaco

El público peor

Mauricio Navas Talero
05 de abril de 2017 - 03:07 a. m.

Héctor: Según tú, ¿el arte es un juguete para una élite?

Alejandro: El arte no es para todos.

Héctor: Es una declaración inteligente. En tu opinión, el arte es para unos pocos elegidos.

Alejandro: El arte es para aquellos que lo necesitan.

Quiénes necesitan el arte. Qué es arte, y si el arte moldea al espectador o es el espectador el que moldea la creación, son reflexiones que pueden parecer manidas, tanto como aquella que pregunta si lo primero es el huevo o la gallina, a menos que se aborden desde una posición tan ingeniosa, inteligente, dinámica, crítica y polémica como la que asume Pawel Nowicki en su libro Los siete pecados capitales de la telenovela.

Pawel es autoridad en lo que habla, definida autoridad en su más estricta acepción, es decir, aquella que alude a la autoría, no a la fuerza o al poder. En esta nueva obra suya (la previa es un ensayo de enorme gracia e ingenio acerca del guayabo-resaca) expone un diálogo que propone visiones éticas, estéticas y políticas de la telenovela. En una edición bella y elegante nos podemos sumergir sin angustia porque, Pawel, conocedor de la pereza del consumidor contemporáneo, lo escribe y diagrama para que no demande mucho esfuerzo, como pasa con la telenovela, y en un estilo, que más me parece una estrategia, se da maña de plasmar un “fresco” de visiones sobre el culebrón, su relación con el arte, con la cultura, con la estética y con el espectador.

Los siete pecados capitales de la telenovela es valiente, no por lo que se dice, sino por quien lo dice, Pawel es un trabajador de la industria del espectáculo y del Canal Caracol. El texto es desafiante y revelador, también le da salidas a la industria misma relacionando la calidad del producto melodramático con los hábitos y alcances estéticos de la audiencia. ¡Buen punto! “El Público Peor”, acepción simpática, basada en la manera graciosa en la que Pawel, originario de Polonia, habla el castellano, es el término acuñado en la obra para definir a los consumidores de “culebrón” al que el autor adjudica un buen gramaje de la discutible calidad de las historias de telenovela.

Era indispensable ser Pawel con su acento gracioso, su austeridad polaca y su “importaculismo” para poder consignar en un libro, patrocinado por Dago García, una visión que aunque políticamente correcta, es también descarnada y fatal del género que ha alimentado las arcas de los canales de televisión y las mentes de los televidentes colombianos.

 

 

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