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El renacer de Medellín

Juan Carlos Botero
25 de septiembre de 2015 - 02:53 a. m.

El periódico El Tiempo acaba de publicar un excelente artículo que describe un fenómeno que hace unos años era inconcebible: la sorprendente caída del número de homicidios en Medellín.

La capital de Antioquia, señala el artículo, pasó de tener más de 7.000 asesinatos en 1991 (266 por cada 100.000 habitantes), a menos de 700 hoy (19 por cada 100.000 habitantes). Pocas ciudades en el mundo registran un descenso comparable, y por eso Medellín, que antes era tierra de Pablo Escobar y la violencia del narcotráfico, ahora se considera un modelo en esta materia.

El artículo del diario enumera cinco razones que explican la caída: la articulación de las autoridades (que ahora comparten la misma información y han creado entidades como el Gaula Metropolitano para combatir el secuestro); la inteligencia del Cuerpo Élite de Objetivos Alto Valor (con más de 100 delincuentes principales capturados y 115 redes criminales desarticuladas); inversión, con 400.000 millones de pesos invertidos en estos años para mejorar la seguridad (se pasó de tener 220 cámaras ubicadas en puntos estratégicos a 1.400); el pie de fuerza, que creció 300%, y la creación de la Secretaría de Seguridad, que ha logrado éxitos notables en la lucha contra la delincuencia.

No discuto el mérito de estos hechos, pues la mejoría en la calidad de vida en Medellín salta a la vista. Pero quizás otros factores también influyen y seguro tienen un impacto igual de decisivo que los cinco de tipo policial que menciona El Tiempo.

Por ejemplo, la población de Medellín es menos de la mitad de Bogotá, y, sin embargo, ya cuenta con Metroplús (el equivalente de Transmilenio, pero en versión limpia, segura y eficaz); avenidas anchas y largas y sin huecos; Metrocable; un Metro inmaculado que funciona desde hace 20 años, y pronto tendrá un sistema adicional de tranvía. Bogotá, con más del doble de habitantes, carece de todo eso. Además, la ciudad ha construido plazas, parques, museos, bibliotecas, amplios espacios públicos, una arquitectura que integra comunidades, y ha invertido seriamente en educación. Una vez el exalcalde Juan Gómez Martínez dijo que una ciudad debe crear sus soluciones antes de que éstas sean necesarias. La prueba contraria es Bogotá, cuyo caos es colosal, y aunque necesita todas las soluciones que Medellín ha puesto en práctica, se teme que su construcción dejará la capital del país aún más averiada.

Esto no quiere decir que todo en Medellín está perfecto, y esta ciudad, al igual que todas en América Latina, tiene que combatir el mayor problema de hoy, que es la desigualdad económica y social. Pero sin duda Medellín es ahora otra ciudad, que no se dejó definir por su pasado violento, y que, con tenacidad, visión y ánimo emprendedor, ha sabido renacer de sus propias cenizas.

Sin duda, un logro que dice mucho de Medellín es la Fiesta del Libro. Juan Diego Mejía, con su excelente equipo de trabajo, ha realizado una labor titánica para ofrecerle a la comunidad una verdadera fiesta literaria, bien organizada y amena, y con un detalle que refleja las prioridades de las autoridades: el ingreso es gratuito. Quizás eso explica la caída de homicidios y el auge en la calidad de vida de Medellín: el trato digno que, cada día más, recibe su gente. Ojalá Bogotá aprenda esa lección.

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