Venezuela perdió a uno de sus grandes maestros, José Antonio Abreu, el músico, compositor, intérprete, director y economista que creyó en la música como un camino para disminuir el impacto de la pobreza y de la desigualdad. Un soñador que creó en 1975 el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles, exitosa experiencia reconocida en varias partes del mundo, que a la larga se convirtió en elemento transformador de la realidad macondiana.
Desde temprana edad estuvo vinculado a la música y tenía el anhelo de que otros jóvenes venezolanos pudieran hacerlo. Al dar el primer paso, esperaba 100 niños en el primer ensayo. Hizo la convocatoria y aparecieron 11. Entonces, hizo la pregunta clave: ¿Cierro el proyecto o intento multiplicar a estos 11 niños? Eligió la ruta más difícil: creer que los 11 niños algún día serían miles. Actualmente, el Sistema está compuesto por 300.000 niños, de estratos medianos y bajos, que han recuperado la autoestima, la dignidad y la capacidad de soñar y creer.
Bajo su método, gradualmente los niños van incorporando en su cotidianidad, principios fundamentales como disciplina, humildad, perseverancia solidaridad, comunidad y éxito colectivo, bajo el lema “Tocar y Luchar”. Además, la orquesta rompe el paradigma de que para estudiar música, tiene que tener buen oído. De esta forma, se creó el Coro de Manos Blancas, un programa de inclusión, dirigido a niños especiales.
Su proyecto musical se mantuvo en el transcurso de los años, cruzó la historia de la Venezuela, demostrando el poder de la música para dialogar con las más distintas tendencias o ideologías. Al recibir el Premio Ted afirmo que un día deseó de convertir “la música en parte de la realidad profunda y global de Venezuela, hoy el arte ha dejado de ser monopolio de élites en América Latina y pasó a ser un derecho social, un derecho de todo el pueblo.”
En las últimas décadas, la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar y la Orquesta Juvenil Teresa Carreño, demostraron como la música y el compromiso social son inseparables en el “Sistema” del Maestro Abreu. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en sus estudios reconoció el impacto social de su trabajo, vinculó la práctica musical diaria, la convivencia comunitaria y la posibilidad de actuación en la orquesta con mejores rendimientos en la escuela. El propio Abreu, cuando fue interpelado sobre el valor de su trabajo, recordó que Andrés Bello creía en la importancia de la formación estética para lograr la ética.
Su sistema es conformado por varias iniciativas: Organizar a las familias para que acompañen a sus hijos, la comunidad para defender el derecho de los niños y jóvenes a educarse y, la participación del Estado, como soporte fundamental de las políticas públicas culturales. Más que una escuela de formación musical masiva, es un modelo de escuela y sociedad.
Uno de los más grandes exponentes de la escuela de Abreu, el maestro Gustavo Dudamel, en una entrevista para el periódico la Jornada, afirmó que: “yo he visto cómo la música ha salvado vidas: en cuanto un joven ingresa a una orquesta sinfónica entra a una familia y se convierte en una mejor persona. Yo soy producto de ese cambio".
El Sistema de Abreu es antes que todo un rescate social para la transformación cultural profunda de toda la sociedad, con énfasis en los sectores más vulnerables. En días difíciles en América Latina, Abreu es un ejemplo de libertad y utopía y su legado trasciende fronteras.