“El triunfo de la injusticia”

Salomón Kalmanovitz
11 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, colaboradores de Thomas Piketty, han escrito este esclarecedor libro en el que se detalla cómo el triunfo y consolidación de la derecha en el mundo desarrollado ha afianzado la injusticia económica y social. El subtítulo del libro es “Cómo los ricos evaden impuestos y cómo hacer para que los paguen”.

El libro parte de dos frases que capturan la filosofía de la derecha en Estados Unidos. Una de Donald Trump cuando, en el debate con Hillary Clinton, ella lo acusó de no pagar un centavo de impuestos al fisco, a pesar de ser un multimillonario. Él contestó descaradamente: “Es que eso es lo que me hace inteligente”. En la campaña presidencial de 1981, Ronald Reagan había afirmado que el régimen tributario de Estados Unidos era “un atraco cotidiano” y en ejercicio comenzó a destruir el carácter progresivo que tuvo la tributación gracias al New Deal demócrata (1934-1945).

La paradoja de esta ideología es que el egoísmo sin límites destruye las normas de confianza y cooperación que están en el corazón mismo de una sociedad avanzada, supuestamente civilizada. Una sociedad obtiene prosperidad solo cuando sus ciudadanos más ricos financian las infraestructuras que garantizan la prosperidad de sus negocios, construyen el alcantarillado que elimina sus excretas, da lugar a la educación que permite que científicos desarrollen inventos y nuevos productos, que entrena a los doctores y financia la investigación pública que los mantienen sanos, sin dejar de contar las cortes y el derecho que defienden su propiedad privada.

Esas dos frases reflejan el surgimiento de una nueva forma de injusticia en Estados Unidos. Desde hace cuatro décadas, los ingresos de los ricos se expandieron. En la medida en que se apropiaron de los beneficios de la globalización, su riqueza se disparó a niveles nunca vistos, al mismo tiempo que se redujeron sus tasas de tributación. Simultáneamente, para los trabajadores y las clases medias, los salarios se estancaron, las condiciones de trabajo y vida se deterioraron, sus deudas se inflaron y sus impuestos se elevaron. Ello no fue producto de decisiones de los ciudadanos ni de debates democráticos, sino de las fuerzas económicas de la globalización y de las políticas de las corporaciones y de los ricos que se impusieron para desarrollar sistemas tributarios que los beneficiaron.

La globalización permitió la perforación de los códigos tributarios nacionales puestos a competir en una carrera hacia abajo que benefició a empresas trasnacionales e individuos que aprovecharon también paraísos fiscales que brotaron por doquier. Pero, sobre todo, la injusticia tributaria resultó de la negación de la democracia. Puede que los recortes de impuestos tengan un efecto económico positivo o no lo tengan, en todo caso su aprobación no fue producto de una deliberación democrática, vulnerando el principio de tributación con representación.

En Colombia tenemos un trumpismo tropical que practica el uribismo desde 2002, hoy en cabeza del ministro de Hacienda Carrasquilla. Él nos quiere convencer de que los recortes de impuestos tienen un efecto positivo sobre el crecimiento económico que nos beneficiará a todos, pero nada garantiza que las empresas los invertirán en sus negocios: Anif señala que gracias a las exenciones aumentó más la importación de vehículos que la de bienes de capital. Los beneficios pueden terminar en Panamá o en otros paraísos fiscales que el ministro conoce bien.

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