Eliminar historias falsas

Aura Lucía Mera
14 de noviembre de 2017 - 03:30 a. m.

Cuestionar la Comisión de la Verdad por “sesgo ideológico”, más que una mentira, es una afrenta directa al proceso de paz. A mi juicio, sólo en mentes muy retorcidas cabe el poner en tela de juicio la idoneidad y la rectitud de las personas escogidas para este reto bravío y delicado que es ir tejiendo esa delgadísima tela de araña de una historia de violencia y desangre de más de medio siglo.

Como afirmó en un reportaje Juan Méndez, el jurista argentino experto en derechos humanos elegido por el Centro Internacional de Justicia Transicional para escoger a los 11 comisionados, él mismo preso político y torturado en la dictadura argentina, dedicado a defender presos políticos, exiliado de su país, hombre de conducta vertical y conocedor a fondo sobre estos problemas: “La paz es más que el silenciamiento de las armas, porque se refiere a las causas profundas de por qué hubo tanta violencia en Colombia”.

Continúa: “Hay que eliminar historias falsas. Acercar posiciones, ahora que se acabó el fragor de la batalla. Generar condiciones de convivencia. Y también, con un poco de suerte, de reconciliación (...) “La Comisión la concebimos como un equilibrio de experiencias… sin ningún sesgo ideológico. El sesgo va por cuenta de quien hace las críticas”. “No es solamente averiguar y dar a conocer lo que pasó. Sino el por qué, las causas, las falencias institucionales”.

La Comisión de la Verdad, presidida por el sacerdote jesuita Francisco de Roux (ya tildado de comunista por Twitter y Facebook) e integrada por el médico Saúl Alfonso Franco, las periodistas Lucía González Duque y Marta Ruiz Naranjo, el mayor del Ejército Carlos Ospina Galvis, Alejandro Valencia, Alejandra Miller, Carlos Beristain, Margarita Salazar, María Patricia Tobón y el sociólogo Alfredo Molano Bravo, es una comisión de lujo, que a mi juicio se sacrificarán por este país lleno de trampas y falacias para escudriñar la verdad verdadera y no la que nos han tratado de vender siempre.

Los admiro y los respeto por haber aceptado esta misión tan difícil, delicada, peligrosa y a contracorriente de muchos, muchísimos que no quieren que la verdad salga a flote y desenmascare mentiras, y que estarán dispuestos a intentar impedirlo a cualquier precio.

Se verán enfrentados no a molinos de viento, sino a fundamentalistas sectarios, arrogantes, que no quieren ni asumir sus responsabilidades ni permitir que el pueblo raso, las víctimas, los desplazados y los humildes tengan voz y cuenten sus historias desde su dolor y su experiencia.

Esta comisión no va a juzgar, condenar ni absolver. Va a relatarnos las historias que les compartirán hombres, mujeres, jóvenes y viejos que han sufrido en carne propia las atrocidades de esta violencia sin sentido, en la que de algún modo todos somos responsables.

Como afirmó Alfredo Molano en su entrevista del domingo en este diario: “La memoria histórica es la verdad oficial borrada. No es una verdad judicial. Es una verdad elaborada con testimonios plurales e iluminada por principios éticos. Estoy seguro de que las Farc están dispuestas a asumir sus responsabilidades. Pero, al tiempo, el país deberá escuchar sus verdades que por décadas han sido escamoteadas y falsificadas”.

Buen viento y buena mar. El camino será culebrero y lleno de emboscadas, ¡ojalá todas virtuales!

 

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