Empanadas ambulantes

Columnista invitado EE
16 de junio de 2017 - 09:57 p. m.

Por: Alberto López de Mesa*

Rosaura González vive en Ciudad Bolívar, al suroriente de Bogotá. Es madre soltera de dos hijos a los que ha criado y educado gracias a las deliciosas empanadas de tres sabores que fabrica en su casa. Hasta hace poco, vendía de lunes a viernes en el separador de la calle 28, arriba de la avenida Caracas.

Era un negocio exitoso por varias razones: la primera es que su ubicación era estratégica, porque atendía a los oficinistas del Centro Internacional que se bajaban del Transmilenio. Ella les resolvía el desayuno con su combo de empanada y vaso de avena por $2.000. La segunda es que la masa del envoltorio crocante tiene una condimentación sensacional, cuya fórmula nunca reveló. Y, por último, su oferta diversa, de carne mechada con papa criolla, de pollo con arroz y de jamón con champiñones, tan apetecidas que a las 11:00 a.m. había vendido todo.

Gracias a las empanadas, ella se hizo a su propia casa, su hija es licenciada en sociales de la Universidad Distrital y su otro hijo, que no ha sido tan disciplinado como la hermana, este año termina el bachillerato. Pero como su negocio ha sido informal, es decir, no está registrado en Cámara de Comercio y no paga impuestos, la Policía, atendiendo el artículo del nuevo Código de Policía que se refiere a la invasión de espacio público, le ha prohibido vender en la calle.

La han desalojado varias veces, incluso por la fuerza. Rosaura, desde su inocencia, con la humildad de una ciudadana que sólo ha sabido vivir de su talento culinario, entiende el acoso de los policías como una agresión al derecho al trabajo, honesto y tesonero que por siete años ha cumplido, sin obstruir la circulación de los peatones, porque no ocupó un andén sino un separador.

“El lugar que yo ocupaba —denuncia Rosaura— ahora lo ocupan las chazas de los periódicos Publímetro y ADN. Ellos también invaden el espacio público, reparten publicidad que enmugra y nadie los persigue”. Desesperada, Rosaura buscó auxilio en el Instituto para la Economía Social (IPES). Prometió acogerse a todas las exigencias técnicas y de salud que exige la ley e insistió en que la dejen trabajar en su lugar tradicional. La petición le fue negada. Está en turno para que le adjudiquen un puesto los domingos en la ciclovía.


* Arquitecto y habitante de calle.

 

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