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En el nombre de Galán

Lorenzo Madrigal
01 de febrero de 2021 - 03:00 a. m.

Fue un día, comenzando la década de los 80, no preciso más. Esa noche mi compañero de estudios, Gabriel Ronderos, me presentaría —a mí y a un grupo de amigos— a Luis Carlos Galán. Muy sonreído el hombre, afable y sencillo. Ronderos apoyaba con factores logísticos al naciente movimiento. No creo equivocarme si digo que yo mismo contribuí a que se llamara “Nuevo Liberalismo”, simplificando otros nombres propuestos, que ya se timbraban, larguísimos. Me caía bien Galán, mas no me conté entre sus seguidores políticos.Me hallé en su entierro, saltando el cordón policial, llevado de nuevo casi de la mano por el mismo fogoso amigo. Era sábado ese día de consternación, y mi traje azul oscuro de tres piezas me permitió pasar adelante y con una seña y un “viene conmigo” dar paso a mi acompañante —o a quien yo acompañaba—, el que vestía de sábado. Ninguno de los dos daba para ser conocido por el piquete policial.

Alguna amistad tuve con Luis Carlos Galán, lejana, desde luego, puesto que él ya había sido un candidato presidencial y era el famoso caudillo popular de los carteles de Carlos Duque. No le escatimé caricaturas, en especial cuando su coequipero Rodrigo Lara cayó en desgracia ante una patraña de los narcotraficantes. Conocí de cerca el dolor de Rodrigo, pero nunca le escuché una queja contra Luis Carlos.

Me visitó Galán una mañana, habiéndose invitado a un tinto en mi casa, que según dijo quedaba en el trayecto de la suya hacia el centro de la ciudad. Sería un encuentro de un minuto y duró hasta el mediodía, con el doble percance de haberse ido la luz al momento de llegar y tener que subir nueve pisos acezando, porque, susurró, “ya había cumplido 40 años”. Yo me tiré por la escala para recibirlo, casi con la corbata sobre el pijama. Dijo que no quería ser mártir, que veía venir para el país una guerra como la de la Independencia. Su vestido era claro, de bota muy ancha, arrugable, y sus ojos transparentes trastornaron a mi empleada cuando por fin llegó la luz y pudo ofrecernos un café. Recuerdo doloroso, entrañable. No imaginé, aunque sorprendido por la visita, que estaba metido en una página de la historia de Colombia.

En el nombre de Galán
Foto: Lorenzo Madrigal

Vuelve el apellido Galán y me limito a destacar que la encuesta Invamer registra al mayor de sus hijos, Juan Manuel, como el de más alto puntaje entre rastreos de favorabilidad y precandidatos.

Galán (jr.) se ha mantenido discreto con sus programas de la droga medicinal y otros, así como reclamando la restauración de personería para el Nuevo Liberalismo, que no tenía por qué desaparecer de la vida electoral.

Se halla, pues, en la lista de presidenciables quien, por la proximidad con su padre, por su larga permanencia en el Congreso y, cómo no, por haber impulsado al poder al asesor de Luis Carlos, bien puede figurar como posible para la más alta responsabilidad pública.

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