Entrevistando a bebés

Isabel Segovia
30 de octubre de 2018 - 08:10 p. m.

En Colombia los colegios privados a los que asisten niños y jóvenes de estratos altos tienden a ser referentes de calidad educativa. Normalmente ocupan los primeros puestos en los resultados de las pruebas Saber y sus modelos educativos se usan como ejemplo en instituciones que cuentan con menos recursos económicos y no se encuentran tan bien clasificadas en las pruebas. Con algunas excepciones, la mayoría forma bien a sus estudiantes y sus egresados salen preparados para continuar el camino educativo que escogen. Sin embargo, en muchos casos, esos resultados no se deben solo al trabajo pedagógico que realizan, sino a que seleccionan a los estudiantes que van a educar y si el proceso de elección falla, algunos seleccionados inicialmente no terminan su vida escolar en esa institución. Cómo no ser buenos: escogen a los mejores de los más afortunados, y si no se adaptan, los sacan.

El proceso de selección inicial es absurdo. En la mayoría de los casos, hacen exámenes de admisión a niños entre los dos y los cinco años, en plena primera infancia. El futuro escolar del niño se define en un día en que de pronto tenía hambre, estaba enfermo, no había dormido bien, o simplemente, como es normal en esos años, donde es de suma importancia que se desarrollen a su propio ritmo, alguno de sus procesos no estaba tan avanzado como otro. Y lo peor, ¿quién le explica que fue rechazado porque según el colegio tiene una deficiencia que él no entiende ni debe entender? Me recuerda la absurda escena de La vida es bella, donde Guido Orefice (Benigni), cuando su hijo descubre con asombro que en una tienda no dejan entrar a judíos ni a perros, termina explicándole lo inexplicable, y lo logra seleccionando con el niño seres vivos que no les gustan, decidiendo entonces prohibirles a las arañas y a los visigodos la entrada a la librería de su propiedad.

Muchos colegios todavía no terminan de entender la importancia de la educación inicial para el óptimo desarrollo académico y personal de los niños. En la mayoría, el mal llamado preescolar es el nivel menos importante y por eso todavía piensan que es lógico evaluar a los niños en esas edades para permitirles ingresar. Adicionalmente, para agravar la situación, la elección continúa a lo largo de la vida escolar. Si se equivocaron en la selección inicial (imposible no hacerlo), no asumen el compromiso que adquirieron de educar hasta el final a todos los niños escogidos, pues tienden a ser colegios que no se acomodan a las necesidades de sus estudiantes.

Claramente esta es una generalidad; muchos colegios han evolucionado, ya no tienen procesos de selección, cuentan con excelentes programas de educación inicial y están comprometidos con la retención escolar. Sin embargo, el llamado es para que los colegios y los padres de familia reflexionen sobre cómo escogen a los unos y a los otros. Lo ideal sería que los elegidos fueran las familias y que los colegios asumieran el reto de educar durante toda su etapa escolar a sus hijos, sin conocerlos previamente, seleccionarlos, ni excluirlos cuando parecen alejarse del camino diseñado por ellos. Así, estas instituciones demostrarían que sus metodologías pedagógicas son efectivamente excelentes y que su éxito no radica en sus procesos de selección, ni en sus políticas de exclusión.

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