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EPM: más que una pugna política

Luis Carvajal Basto
17 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

La gestión pública en Antioquia ha recibido dos estruendosos reveses: los sobrecostos del metro de Medellín, finalmente absorbidos en gran parte por la nación, y los costosos y todavía no calculados problemas de Hidroituango, un proyecto vital para Colombia. ¿Explican la conducta del actual alcalde? ¿Podría devenir la actual situación en un escenario aún “peor”?

La renuncia de miembros de dos juntas directivas en importantes empresas públicas de Antioquia no es, solamente, una de particulares intereses encontrados, como ocurre con frecuencia en política. Se trata de la confrontación entre un logro cultural e histórico de las gentes paisas, expresado en organizaciones de gobierno convertidas en modelos para Colombia, y el punto de vista coyuntural y político de su actual alcalde.

Los cambios culturales y políticos, las más de las veces, son más lentos de lo que habitualmente estimamos. En Bogotá, por ejemplo, pasaron décadas antes de que los concejales fueran excluidos de las juntas directivas de las empresas públicas, convertidas, entonces, en cotos de caza de sus microempresas electorales. En Medellín, por el contrario, EPM ha tenido la fortuna de contar con una integración real de las organizaciones del Estado, el sector privado y la sociedad civil, considerada un patrimonio intangible de sus pobladores y, también, de Colombia.

En su origen, los principios de gobierno corporativo —un modelo de administración para empresas de carácter privado— no necesariamente deberían aplicar en el sector público, como es el caso de EPM. En la práctica, sin embargo, ha sido una forma de hacer efectiva la participación de la ciudadanía en la gestión de sus propias empresas, convirtiéndose en modelo para muchas otras.

Los modelos de administración pública en el mundo han cambiado de la mano con la evolución de experticia, vigilancia, participación de la ciudadanía y tecnología propia de la era digital. Hasta mediados del siglo XX se consideraba que los principios de la administración general eran suficientes para su correcto desempeño. El desarrollo de las ciencias políticas y la segmentación de las ciencias de gobierno, un reconocimiento a su origen y fines complementarios pero diferentes a las organizaciones privadas, abrieron paso a modelos como el de la Nueva Gestión Pública (ya “vieja”) y más recientemente a lo que conocemos como gobiernos abiertos.

El primero de ellos pretendió conseguir, mediante la incorporación del sector privado al diseño y ejecución de políticas públicas, su eficiencia y transparencia, luego del fracaso, ineficiencia y corrupción generalizadas en el desempeño autónomo de lo público en muchas áreas. Ejemplo de ello han sido la construcción de vías mediante concesiones, la explotación del subsuelo y la prestación de diferentes servicios antes exclusivamente públicos, tanto en su origen como en su ejecución.

El modelo de gobierno abierto, por su parte, es el resultado natural en las administraciones públicas del impacto de la sociedad digital y el reconocimiento de cambios como la posibilidad de trabajar colaborativamente en tiempo real y la creación de valor público a partir de la utilización de datos de propiedad de la ciudadanía en su propio beneficio.

La estatización a ultranza, como modelo de gestión, ha fracasado en todas partes del mundo. La ideologización de las administraciones públicas ha sido una ruta que condujo a desastres históricos, desde la Cortina de Hierro, pasando por Venezuela, hasta la extinguida EDIS en Bogotá. A todos ellos llegamos desde “buenos” propósitos, confirmando que “el camino del infierno se encuentra pavimentado con buenas intenciones”. Esperemos que no ocurra, ahora, con las Empresa Públicas de Medellín, una empresa que en el país y el mundo se ha considerado ejemplar, entre otras razones por la participación de la ciudadanía y de sus exitosos empresarios en sus juntas directivas.

No es sencillo poner de acuerdo a dirigentes paisas como Sergio Fajardo, Luis Alfredo Ramos y el exalcalde Gutiérrez, quienes han coincidido en la importancia de esa participación. Tratándose ese vínculo de un importante patrimonio cultural, no deben capitalizarse errores puntuales para dirigirse hacia ninguna parte o hacia el despeñadero. La crítica debe ser siempre bienvenida, pero en administración se trata de aprender de los errores y continuar construyendo.

@herejesyluis

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