Equidad, democracia y empresarialidad

José Manuel Restrepo
23 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Viendo los videos de la guerra química que emprendió el presidente de Siria contra niños y adultos mayores indefensos, queda uno aterrado de cuán inhumana puede ser nuestra civilización. Lo triste de esta historia es que esta no es la primera vez que sucede y que puede ser el detonante de algo más grave.

Es reconocido que el conflicto en Oriente Medio es un problema complejo, en el que se combinan manejos inadecuados de las diferencias ideológicas o religiosas, extremismo, violaciones recurrentes a las libertades individuales, realidades políticas y culturales históricas, problemas territoriales antiguos y seguramente mucho más. El hecho es que hoy Oriente Medio es un polvorín de guerras y conflictos sectarios y regionales sin final a la vista.

Pero la realidad de las naciones involucradas en dificultades por guerras civiles internas o expresiones reconocidas como la “primavera árabe” tiene también subyacentes problemáticas aún más complejas en lo social y económico. Basta recorrer las calles que están bajo el control de la Autoridad Nacional de Palestina o simplemente constatar lo mismo en una ciudad como Damasco, para entender los enormes niveles de pobreza, inequidad, desempleo, exclusión social y ausencia de prestación de servicios básicos fundamentales como educación, salud, vivienda o seguridad.

En este escenario, sobresalen modelos como los de Emiratos Árabes Unidos y otros similares, que brillan parcialmente en buena medida como resultado de billonarios recursos naturales (muy particularmente reservas petroleras y gasíferas), que les generan un modelo monoexportador muy rentable, que, aunque alimenta la inequidad, también explica buenos comportamientos en el crecimiento del PIB, altos ingresos para muchos y menores atrasos en política social y de infraestructura. Como es obvio, aquellas naciones de la zona que no tienen dichas herencias naturales sufren de carencias tan sencillas y básicas como el acceso al agua potable o la electricidad y tienen lamentables índices de desarrollo humano.

Otro modelo para destacar es el que ha sabido conducir en lo económico una nación pequeña (cerca de 8 millones de habitantes y 52 veces más pequeña que Colombia) y relativamente joven en su época más reciente. Me refiero a Israel. Al conocer uno empresarios de este país, descubre el poder de la creatividad y la innovación permanente. El impacto económico es tan boyante que un problema como el del agua se soluciona a través de plantas de desalinización, que accediendo al agua del mar pueden atender más del 30 % de las necesidades del país en agua potable (lección interesante para La Guajira). A lo anterior se suman experiencias muy exitosas en tratamientos tecnológicamente avanzados de aguas residuales para uso en agricultura, hasta dar respuesta a casi un 50 % de sus propias necesidades de agua para ser más productivos.

Israel es una nación que, sin dejar de tener dificultades políticas o sociales, y en medio de fuegos cruzados desde distintas direcciones, ha logrado lo que Colombia podría lograr con una construcción adecuada del posconflicto, cual es aprender a actuar con resiliencia y hacer de su propio conflicto una oportunidad para crecer y ser mejor social y económicamente. El camino adoptado por Israel es el haber innovado en la educación, educado en la innovación y comprometido a todos los sectores de la sociedad en una lógica compartida de tecnología, sostenibilidad y emprendimiento innovador.

Desde el punto de vista empresarial, un ejemplo de lo anterior es la modalidad de crecimiento a través de kibutz. En dichos modelos de asociación, un grupo de familias se reúne, independientemente de sus propias maneras de pensar, para construir colectivamente un modelo productivo y de vida social que privilegia la cooperación, la sostenibilidad social y ambiental y la generación rentable para una comunidad, más allá incluso de modelos capitalistas tradicionales. Pero lo anterior no es suficiente. Está acompañado de una cultura democrática y abierta a la diferencia, en la que, respetando su tradición cultural, abre opciones a distintas tradiciones, religiones y culturas a convivir y logra niveles de equidad ubicados entre los buenos de países OCDE.

La conclusión es que un camino urgente para evitar que el conflicto no escale en Oriente Medio, y evitar más muertes, es más equidad, más empresarialidad y más democracia en la región.

jrestrep@gmail.com /@jrestrep

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