Es el momento para que la ciencia se convierta en nuestro motor de desarrollo

Dolly Montoya Castaño
16 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

El pasado 24 de enero fue sancionada la Ley 1951 “por la cual se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación”, sin duda, una gran noticia para el país por la que vale felicitar y reconocer a sus impulsores. Esto, junto a la reciente creación de la Misión Internacional de Sabios, configura una oportunidad de oro para construir una política de Estado en ciencia, tecnología e innovación, llevándonos a discutir su propósito más que el aparato o el mecanismo. Debemos aprovechar el año de plazo que otorga la ley para la puesta en marcha del ministerio, entablando un gran diálogo nacional que nos permita decantar hacia dónde vamos.

Algunos países de la región como Brasil, Argentina, Chile y México, en distintos niveles, ya han dado esta discusión y organizado sus políticas de ciencia y tecnología, aventajándonos en varios ítems, tal como se conoció durante la XXV Cumbre Iberoamericana: Juventud, Emprendimiento y Educación, no solo en porcentaje de inversión de su producto interno bruto (PIB) donde Colombia es de los más bajos de la región con 0,2% del PIB, mientras Chile invierte el 0,4%; México, 0,5%; Argentina, 0,6% y Brasil, 1,2%—, sino, por ejemplo, en número de investigadores por millón de habitantes —Colombia: 152, México: 323, Chile: 428, Brasil: 698 y Argentina: 1.194— y promedio de solicitudes de patentes por residente en oficina —Colombia: 0,4, Argentina: 0,5, México: 0,6, Chile: 1,1, Brasil: 1,4—. Así, vemos que nuestros vecinos no solo invierten más, sino que lo hacen mejor, ejecutando políticas de largo plazo. En este punto hay que recordar que el presidente Duque se comprometió con el país en que para 2022 la inversión del Estado en ciencia y tecnología será de 1,5% del PIB.

¿Cómo han hecho estos países para aumentar su capacidad de gestión del conocimiento? La clave está precisamente en definir y organizar políticas de Estado que orientan y alinean bajo propósitos comunes a un conjunto de actores que constituyen un sistema nacional de innovación. El británico Christopher Freeman, fundador de la Unidad de Investigación en Políticas Científicas (SPRU) de la Universidad de Sussex, en los años 80 del siglo pasado, cuando estudiaba el éxito y fenómeno de la economía japonesa, acuñó el concepto de Sistema Nacional de Innovación que se presenta como “una red de instituciones del sector público y privado cuyas actividades e interacciones propician la iniciación, importación, modificación y difusión de nuevas tecnologías, concluyendo que la obtención de tecnologías nuevas y avanzadas es determinante de la posición competitiva de un país” (Freeman, 1987)**.

Imagínese la hélice de un helicóptero, esta tiene cuatro aspas, en la primera se encuentra el Sistema Nacional de Ciencias y Tecnología (que incluye a las universidades y centros de investigación), responsable de la gestión del conocimiento y la formación del recurso humano. En la segunda están las empresas, las cámaras de comercio y los sectores productivos que hoy se concentran en el Sistema Nacional de Competitividad. En la tercera se ubica el Estado a cargo de las políticas, el fomento y regulación mediante los ministerios, las direcciones e instituciones como el Invima o el ICA, entre otros. Por último, en la cuarta aspa está la sociedad civil que es el usuario y beneficiario de los logros y productos del sistema, este último elemento —que hoy pasa prácticamente desapercibido— es estratégico. No se puede hablar de un sistema si no se tiene en cuenta a quién le va a servir, en términos de beneficio a las comunidades, generación de empleo, información y educación para el consumo y el emprendimiento, entre otros, podríamos decir que la sociedad es el elemento de apertura y cierre del sistema. Los mismos agentes interactúan a nivel local, regional y nacional.

Contrario a lo planteado por Freeman, lo que hoy tenemos en nuestro país es una amplia desarticulación y dispersión entre el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y el Sistema Nacional de Competitividad, provocadas principalmente porque el objetivo de armonizar los sistemas, entre sí y con sus actores locales, regionales y nacionales, no ha sido asumido por el Estado de manera consistente.

El propósito común de los diálogos a emprender como comunidad científica y sociedad civil es el de armonizar, fortalecer y consolidar un gran Sistema Nacional de Innovación, definiendo en qué vamos a desarrollarnos como país, en qué escenarios queremos posiciones más competitivas. Lograr esta definición implicará articular, coordinar y orientar la participación de los actores del Estado, las empresas, las instituciones de investigación y desarrollo, las entidades regionales y de la sociedad civil organizada, en un armónico Sistema Nacional de Innovación.

Para iniciar esta importante reflexión afortunadamente disponemos de un grupo de gran altura científica e intelectual, que tendrá dentro de sus objetivos, precisamente, pensar y hacer recomendaciones sobre el impulso al Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación en el país. Se trata de los académicos e investigadores que integran la Misión Internacional de Sabios, formalizada esta semana por el Gobierno Nacional. Sabemos de su dedicación al saber, de su amor y compormiso por el país, así que esperamos lo mejor de sus reflexiones. Debo resaltar que la Misión tiene una gran participación de profesores y egresados de la Universidad Nacional de Colombia a los que agradezco desde ya su trabajo en la fundamental tarea que el país les ha trazado.

En suma, invito al Gobierno Nacional, a la Misión Internacional de Sabios, a la comunidad académica y científica, a los sectores productivos y al conjunto de la sociedad colombiana a iniciar este diálogo con el propósito de construir una política de Estado para la gestión del conocimiento y su debido aprovechamiento por la sociedad. La Universidad Nacional de Colombia se encuentra abierta a la construcción participativa, ofrecemos toda nuestra experiencia como guía de una reflexión que conlleve al más amplio consenso en donde la gestión del conocimiento sea parte de la vida de los colombianos, procurando su bienestar y el progreso de nuestro país.

@DollyMontoyaUN

* Rectora, Universidad Nacional de Colombia.

** Freeman, C., 1987. Technology Policy and Economic Performance: Lessons from Japan. Pinter, London, 7.

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