CINCO LIBROS. CINCO VERSIONES de las agonías del secuestro. Cinco marcas de la personalidad de cada quien. Uno, olvidado; otros, escritos en el ardor del retorno; todos dramáticos, de un sufrimiento incorporado al alma, dignos, abismales, desgarradores.
1- Soy libre, de Álvaro Gómez Hurtado: profunda reflexión sobre el Estado; descripción, con inmenso pudor, de los sufrimientos. Contiene la más bella declaración de amor a la esposa. Testimonio de un hombre que poco valoraron sus compatriotas, quizás porque tenía el alma tímida y llevaba el karma de ser hijo de Laureano.
2- Cartas a mamá, desde el infierno, de Íngrid Betancourt: el más sensible, empieza a “desenredar años de silencio, que me pesan demasiado desde este cautiverio”. Años que le dieron otra portentosa dimensión.
3- Mi fuga hacia la libertad, de John Pinchao. El más impresionante y uno de los dos mejor escritos, dedicado a Íngrid. No se sabe cómo ayudó a Pinchao la persona a quien agradece al fin del libro (Sandra Milena Gómez), pero debió ser esencial. Muestra la increíble hazaña y por qué, desde su niñez, Frank Pinchao supo derrotar adversidades insuperables, como, en el caso de la fuga, no saber nadar.
4- Siete años secuestrado por las FARC, de Luis Eladio Pérez, un libro desperdiciado, en el que, a diferencia del anterior, Darío Arismendi se limitó a preguntar y a grabar, mal escrito (siempre se escribe mal cuando lo único que se hace es desgrabar). Lástima, porque Luis Eladio Pérez parece un ser humano de muchas cualidades.
5- Estoy vivo y libre, de Javier Darío Restrepo, la novela del secuestro que había que escribir. Una radiografía literaria del secuestrado con todas las reacciones –racionales e irracionales– del regreso, las emociones vitales, los aspectos prosaicos de las estrecheces económicas, los celos, las angustias y la descripción exacta de esa aterradora vivencia, que explica por qué sobrevivieron: “Uno cuida la vida y huye de la muerte, porque se lo impone la esperanza”.