#YoAborté

Ese estúpido error nunca fue un niño

Yo aborté
29 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.
Por Sara*
Por Sara*

Tenía 15 años (ahora 23) y estaba en el colegio, a punto de graduarme. De repente me sentí enferma y recurrí a mi coordinadora académica para pedirle que llamara a mi acudiente. Ella se preocupó, yo era una excelente alumna y una de sus estudiantes más estimadas del curso. Se ofreció a llevarme al hospital, pero algo dentro de mí me decía que solo debía ir a mi casa. Me dejó ir, confiando en mi criterio. 

Mi mamá (madre soltera) estaba trabajando, era empleada de servicio y ganaba miserables $150.000 al mes. Mi tía me recibió y cuando nos quedamos solas, después de hablar con mi coordinadora y dos profesores más, quienes me llevaron a la casa en su carro, me preguntó directamente si estaba embarazada. 

Yo tenía novio y ciertamente estaba empezando a explorar mi sexualidad. Mi mamá siempre me habló de protección, pero lo hizo con eufemismos y tampoco me compraba los condones. 

Mi novio era estudiante, él compraba preservativos y con eso nos protegíamos. Sinceramente, yo no tenía ninguna seguridad para responderle a mi tía. Mi periodo era irregular, así que estaba muy confundida. 

Mi tía es enfermera y decidió hacerme una prueba de sangre con la excusa de que sospechaba que era anemia. En mi inocencia, le creí. Al día siguiente, mi prima, la hija de mi tía, me llamó y me dio la noticia en un tono conciliador. Ni siquiera fue mi mamá. Para confirmarlo, fuimos a urgencias y un médico amigo suyo me hizo una prueba. También salió positiva. Luego descubrimos que tenía cerca de tres meses de embarazo. La noticia fue horrible para mí. Hasta ese momento fui consciente de que la había cagado. 

Mi novio de 17, actualmente mi esposo, siempre estuvo conmigo y recuerdo que las enfermeras nos felicitaban. En mi cabeza, sólo pensaba: “¿Cómo pueden estar tan contentas viendo a dos jóvenes arruinarse las vidas?”. 

Todo se puso peor. Vinieron los señalamientos, la vergüenza, el encierro. Dormía y lloraba todo el tiempo y entré en un estado de tristeza espeluznante. Quería morir. 

Esta situación duró más o menos una semana. Fue allí cuando mi tía decidió tomar las riendas, pensando en mi futuro, en el qué dirán y quién sabe qué otros motivos. Aun siendo ella una mujer tan tradicional, me dio dos pastillas: una insertada en la vagina y la otra ingerida. Nada pasó. Una vez más volvimos a intentarlo. Seis pastillas. Tres insertadas y tres ingeridas. Esa noche, a medianoche, sentí morirme en el baño. 

Sólo recuerdo mucha sangre; mi novio, que siempre estuvo conmigo, sintió miedo. Él me contó que yo estaba tan pálida como un muerto y apenas consciente. Parecía que el aborto había funcionado, pero a los tres días ingresé a urgencias por síntomas anormales. Rápidamente los médicos descubrieron que era un aborto incompleto.

Seis médicos me vieron y me trataron como una basura. De paso a mi mamá, cuando ella no tenía nada que ver con mi decisión. Por eso no olvido a una enfermera que, antes del legrado, le dio una voz de aliento al decirle que como madre estaba haciendo lo que debía: permanecer conmigo. 

Al parecer, la vida de eso era más importante que la vida que se me podría venir a mí. Yo ya no importaba. Importaba ese estúpido error que nunca fue un niño. El condón falló. Fue nuestra inexperiencia tal vez, nunca lo sabré. Los médicos son los que peor te tratan. En mi caso, olvidaron que yo era una niña inexperta con un futuro por delante, en ese momento solo fui una asesina, irresponsable, inmadura. ¡Qué equivocados estaban!

No me arrepiento. Nunca me volvió a suceder y deseo no tener que abortar jamás, de nuevo, pero tampoco quiero tener el riesgo de embarazarme. No quiero hijos.

Hoy, apoyo a la mujer que aborta y también a la que no. Quiero que todas tengamos a libertad de elegir. Yo tuve suerte, aunque pude morir por desangrarme o por la infección que me dio después y ahora sólo sería parte de la cifra de las mujeres que mueren por abortos inseguros. Todas deberíamos tener el derecho a la atención médica integral y ética en estos casos. Los médicos no están ahí para ser jueces.

* Sara es un seudónimo.

¿Quieres contar tu historia en #YoAborté? Todas conocemos una mujer que ha abortado. Queremos escucharte. No te vamos a juzgar, queremos que el aborto sea libre y seguro para todas. Escríbenos tu carta en este link o al correo: mihistoriadeaborto@gmail.com Puedes hacerlo de manera anónima.

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La ilustración fue realizada por La Ché, síguela en Instagram.

 

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