Evitando un divorcio: promoviendo un enlace

Mauricio Botero Caicedo
02 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

Hay un enorme consenso en la necesidad de evitar el divorcio entre la oferta educativa y las necesidades laborales, tanto del sector privado como del sector público. Aparte de que la tasa de desempleo entre personas entre los 15 y 24 años es del 18,5 %, el Banco Mundial pronostica que más del 60 % de los empleos en América Latina corren el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial.

Por otra parte, urge promover de manera simultánea el enlace entre lo que instruyen las instituciones y las herramientas que se necesitan para afrontar los empleos del futuro. El periodista Andrés Oppenheimer, autor del libro ¡Sálvese quién pueda!, afirma: “Los robots, impresoras 3D o algoritmos reemplazarán a muchos humanos, lo que conducirá a un aumento del desempleo sin precedentes en la historia de la humanidad”. El periodista, sin embargo, no es del todo pesimista: “Se van a crear muchos trabajos nuevos, y no solo en las áreas tecnológicas. Va a haber enormes oportunidades en todo lo que tenga que ver con la salud, el bienestar, el turismo, la docencia, la creación de entretenimiento, los nuevos deportes profesionales y otras ocupaciones específicas. Y muchos de estos trabajos van a ser más interesantes y divertidos que los actuales… quienes tengan mejor educación van a poder reinventarse más rápido. Va a ser mucho más fácil para un ingeniero textil reinventarse como mecánico de robots que para un camarero o un taxista reinventarse como analista de datos… El viejo esquema en que uno estudiaba de joven y aplicaba lo que había aprendido durante el resto de la vida se ha vuelto obsoleto”.

En Colombia, lamentablemente, no parece que ni los educadores (anclados en el pasado), ni los estudiantes, ni el Gobierno (que ambos creen que el problema se soluciona con plata), entienden la dimensión del problema educativo. Héctor Abad Faciolince, en reciente columna en El Espectador, dice: “El tal bachillerato universal que tenemos acá, bastante mediocre y demasiado corto… orientado a unos supuestos estudios universitarios, ofrecidos muchas veces por horrendas universidades de garaje que no se merecen el nombre de universidad, produce los peores efectos de mediocridad en la formación y frustración en los egresados. Muchos supuestos «doctores» salen con el cartón, con deudas y sin ser aptos para casi nada. Más que a las universidades, habría que proteger a los buenos estudiantes. Y son ellos quienes, además de exigir educación, tienen que buscar educarse personalmente: saber qué quieren ellos y qué necesita el mundo actual. De lo contrario, en las profesiones del futuro, no van a ser ni siquiera explotados: van a ser marginales sin voz, sin trabajo y sin oficio: irrelevantes”.

El Estado, con el dinero que le aportamos los contribuyentes, no debería limitar sus recursos a apoyar a las 32 universidades públicas, como pretende la izquierda. Para la sociedad es mucho más valioso un exguerrillero que domine el inglés y se convierta en un guía turístico en Caño Cristales; o un artista formado en el Colegio del Cuerpo de Álvaro Restrepo o en las escuelas de teatro que dejó la inolvidable Misi, que un abogado de tercera egresado de una universidad pública (o privada). Pero las marchas estudiantiles lastimosamente buscan es proteger al último, no a los primeros.

Apostilla. Es antiecológico que @petrogustavo tenga que transportar las coimas o fajos de billetes en bolsas de plástico.

 

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