“Fear”

Humberto de la Calle
16 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

El milagro del Kindle me permitió recibir el libro de Bob Woodward —Fear: Trump in the White House— en el mismo minuto en el que salió a la venta en Estados Unidos. A partir de allí, devoré con verdadera gula esta obra destinada a mostrar, como lo dice su título, que la presencia de Trump en la Casa Blanca produce verdadero temor.

Ya desde las primeras páginas, Woodward muestra un personaje caprichoso, terco, poco consciente de los efectos de sus acciones que, en muchos casos, pueden ser letales. Su idea de retirarse del Acuerdo comercial con Corea del Sur produce verdadera alarma por la forma como desestimó las graves consecuencias en la geopolítica mundial que produciría una decisión de esa naturaleza. Basta este solo hecho: los dispositivos dispuestos por Estados Unidos en el marco de sus relaciones de diverso orden con Corea del Sur permitían destruir un misil de Corea del Norte en un lapso de siete segundos. El argumento de romper esa alianza por la balanza deficitaria con Corea era extremadamente frágil a la hora de valorar de manera amplia la cooperación de ambas naciones, y no sólo en términos comerciales.

Es con Trump con el que el presidente Duque conversará muy pronto. Reunión crucial y difícil.

Trump criticó duramente a Colombia por el supuesto retroceso en la lucha contra las drogas.

Es cierto que tenemos niveles récord de área cultivada en coca. Es cierto que es un problema grave. Es cierto que toca enfrentarlo. Y es cierto que la manera de hacerlo no es sencilla.

En ese orden, es lógico que el Gobierno se prepare para dar respuesta en este campo.

Pero no al precio de desconocer el interés nacional que se basa en la responsabilidad compartida.

Trump dice que la coca y la heroína colombianas están cobrando miles de víctimas en Estados Unidos.

Pero la epidemia de muertes por droga en Estados Unidos se debe más a los opioides de laboratorio. Por cada millón de estadounidenses se toman más de 50.000 dosis al día, principalmente de medicamentos recetados por médicos. Según el Observatorio de Drogas, el área de amapola en Colombia asciende a 400 hectáreas, con un potencial de producción de 1,5 toneladas de heroína que se consume principalmente aquí. La mención simultánea del Gobierno de Estados Unidos de la cocaína y la heroína produce una visión desequilibrada, así como la omisión del hecho de que esta nueva oleada de muertes proviene en muy alta proporción de droga de diseño producida en suelo norteamericano. Por fin, si bien es cierto que 200.000 hectáreas de coca es un problema serio, no solo para Duque, sino para el país, no se puede desestimar la eficiencia superlativa de Colombia en la interdicción, muy superior a la de los norteamericanos. 340 toneladas de cocaína incautadas en 2016. A eso hay que agregar la discusión sobre el uso del glifosato y la evidencia de que la fumigación tampoco es la panacea. Y del elemento de desarrollo agrario inmerso en la cuestión de los cultivos.

Sin exceso, no creo que sea malo parodiar a Trump: “Colombia first”. Sin desconocer la realidad. Sin sarampión mamerto. Sin nacionalismo hirsuto. Pero con cuidado. Pacho Santos hizo consideraciones serias. Pero vale recordar que es embajador de Colombia, ¿no?

 

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