Formación en ciudadanía: una prioridad

José Manuel Restrepo
22 de abril de 2018 - 02:00 a. m.

En una visita a la Universidad de Antioquia para recibir un Doctorado Honoris Causa, la reconocida filósofa norteamericana Martha Nussbaum expresaba con acierto que “estamos en medio de una crisis de proporciones masivas y grave importancia mundial”. Ella no se refería a una eventual crisis económica, o a una guerra internacional, sino a una “crisis mundial de educación”. Y para sustentar tal afirmación señalaba con preocupación cómo los sistemas de educación estaban eliminando competencias claves para construir o preservar las democracias. Puntualmente, se refería a la eliminación de las humanidades y de las artes, que tristemente para muchos sistemas educativos se han convertido en “adornos inútiles”. De igual forma expresaba con preocupación el poco interés en formar en los jóvenes la capacidad para pensar críticamente, para trascender de las lealtades locales y acercarse a los problemas como ciudadanos del mundo y la capacidad de imaginarse comprensivamente la realidad del otro.

Esa aterradora predicción o explicación, para muchos pudo quedarse en el aire. Sin embargo, los más recientes datos del Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana en algunos países latinoamericanos (incluyendo Colombia), ponen de presente que la crisis tiene ya reflejo en nuestras naciones. Sorprende que casi 70 % de 25.000 jóvenes entre 13 y 14 años apoyarían un estado dictatorial si este conlleva a orden, seguridad o beneficios económicos. Sorprende también que casi 65 % están de acuerdo en incumplir las leyes por un beneficio particular o familiar, o que una cuarta parte de los entrevistados señala estar dispuesto a ser permisivo con los sobornos que reciben funcionarios públicos si su salario es bajo. El riesgo mayor es que cuando se les pregunta a aquellos jóvenes con mejor instrucción cívica, su confianza en las instituciones del Estado es supremamente pobre.

Como conclusión de lo anterior, surge como una prioridad estratégica en nuestros países (incluyendo especialmente Colombia, que tiene resultados peores que la media latinoamericana) el fortalecimiento de una educación en ciudadanía, aparte de trabajar en recuperar la dignidad de las instituciones. Esto supone un esfuerzo adicional en estrategias que permitan construir una cultura de integridad en nuestra sociedad, donde superemos esa visión egocéntrica e incoherente que muchos demuestran en sus actuaciones públicas. Como conclusión positiva, se encuentra el hecho de que para los jóvenes un actor clave y creíble para lograr lo anterior son las propias instituciones educativas o escuelas (80 % confían en ellas), dejando entrever que aún hay esperanza en lo que se puede construir.

Lo que esto significa, y en especial de cara a la prioridad de la agenda educativa de nuestros candidatos presidenciales, es que así como es indispensable trabajar en temas de calidad, cobertura y pertinencia en educación, ciencia, tecnología e innovación, tan importante como esto, si queremos preservar nuestros valores democráticos, es el fortalecimiento de una educación en ciudadanía donde la ética de lo público se viva en la sociedad. Y mucho más prioritario, que este esfuerzo se dé con fuerza en la primera infancia. Como lo señala Unesco, la atención y educación de la primera infancia transforma vidas y logra cohesión social.

Educar en Ciudadanía significa, entre otros asuntos, lograr jóvenes que entiendan la urgencia de que prime el bien común sobre el bien particular, que sean solidarios con su entorno ambiental y con quienes no tienen las mismas oportunidades, que sean tolerantes y respetuosos de la diferencia, que construyan con sus actuaciones una ética de lo público, que confíen y construyan confianza en las instituciones, que se comprometan con una sociedad más equitativa y que sean capaces de edificar civilizaciones con esperanza. Llegar aquí necesariamente requiere volver a las humanidades, volver al maestro con dimensión universal y generosidad en su tarea formativa y recuperar lo subjetivo de la educación (motivación, felicidad, pasión, responsabilidad y valores).

Viendo lo anterior, ojalá resonaran en los oídos de nuestra clase dirigente de hoy y de mañana las prioridades educativas que propuso en sus discursos iniciales la primera mujer rectora de la Universidad de Oxford, Louise Mary Richardson, cuando se comprometía a “formar gente que piense críticamente, actúe éticamente y se haga las preguntas que son”.

jrestrep@gmail.com / @jrestrp

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