Fracasos y ecosistemas

Columnista invitado EE
05 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

Julio Carrizosa Umaña*

Difícil comprender lo que pasa en Colombia si no se tiene en cuenta la complejidad de los ecosistemas en donde vivimos; de ahí el aumento de los odios y las iras. La culpa no la tiene la gente colombiana, menos las etnias que predominan en el Pacífico y en La Guajira, tampoco los periodistas que, exasperados, buscan culpables. Ni siquiera son culpables principales los criminales que pululan entre la ignorancia y la desesperación de todos.

Si tuviéramos la paciencia y el saber necesario para analizar lo que sucede, encontraríamos causas más profundas del fracaso en la construcción de los campamentos en las zonas veredales, de la imposibilidad de controlar a las bacrim en las zonas abandonadas por las Farc, de las fallas seculares en proporcionar agua potable y empleo en Buenaventura, del aumento del área sembrada de coca, de la muerte de los niños en La Guajira, de la toma mafiosa de Tumaco, del costo de las carreteras que tratan de llegar a Quibdó, de los derrumbes en Manizales, de la falta de inversionistas que se arriesguen a generar industrias en Colombia, de la poca competitividad del maíz que se siembra en el país, de la baja calidad en la educación y en la salud, del desempleo, de tantas tragedias y molestias que nos llevan a buscar en lo político la razón y también la solución de lo que nos acongoja.

Esa paciencia y ese saber escasos son necesarios hoy si no queremos que nuevamente nos declaren Estado fallido y tengamos que darle otra vez el poder al salvador de turno. Podríamos empezar por comprender los casos que más ira generan.

Si los periódicos pudieran proporcionar espacio suficiente para el análisis y la reflexión, tal vez encontrarían ellos mismos que junto a todas las fallas humanas posibles están también otros factores ecológicos que se escapan de la simplificación obligada de los medios. Tal vez lo que nos ha faltado es realismo o, por lo menos, más pesimismo, si se analiza, por ejemplo, el plan de construir en pocos días 20 campamentos modelos, con agua potable, electricidad y carretera en las montañas y en la selva tropical húmeda; o las ideas de quienes creen que el Gobierno puede resolver el desempleo en la región más lluviosa del planeta, o la insistencia en que los campesinos prosperarán en las reservas forestales. No creo que todo esto se deba a la ignorancia. Pienso que más adentro existe un optimismo tan ingenuo, entusiasta e iluso que olvida la geografía y la historia del país en que vivimos.

* Miembro de Paz Querida.

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