“Fracking” y calentamiento global: seamos serios

Juan Pablo Ruiz Soto
05 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Ya estamos viviendo lo que la ciencia venía anunciando hace años, lo que genera muertes y altos costos sociales, económicos y ecológicos. En los cuatro continentes que ocupan el hemisferio norte, este verano se rompieron los récords de calor. Olas de calor, inundaciones, sequías e incendios forestales sin precedentes se dieron en todo el mundo. Ante la terquedad, la intolerancia y la brutalidad humana, la naturaleza está manifestándose.

El calentamiento global y la variabilidad climática causan muertes y daños graves en seres humanos y ecosistemas. Durante este verano, en Japón, una ola de calor causó más de 80 muertes y mandó al hospital a más de 35.000 personas; en Europa se registraron récords de calor, con extensos incendios forestales en Suecia y Grecia; en el Ártico se acelera el deshielo; en el Sahara (Argelia), la temperatura alcanzó los 51 grados y en un futuro muy cercano algunos lugares serán inhabitables; en Estados Unidos —la tierra del presidente que no cree necesario tomar medidas frente al calentamiento global—, se batieron récords de altas temperaturas en 41 lugares diferentes, y se presentaron más de 40 muertes entre Canadá y Estados Unidos. A pesar de la inercia que genera Donald Trump, en el suroeste de los Estados Unidos las ciudades empiezan a planificar cambios para disminuir el impacto del calentamiento urbano, pues en zonas urbanas sin árboles, ni zonas verdes, el asfalto genera islas de calor que producen graves problemas de salud.

En Colombia, los efectos del cambio climático son múltiples. Para mencionar sólo algunos: el ciclo de lluvias y períodos secos ya no es un referente para las siembras y esto afecta la capacidad productiva del campo colombiano; los glaciares se derriten y desaparecen; en las zonas costeras, el mar se está tomando las playas e invadiendo zonas urbanas, destruyendo viviendas (el caso más publicitado son las inundaciones en Cartagena), y, según el Ideam, el suministro de agua en la mayor parte de las zonas urbanas de Colombia enfrenta un alto riesgo.

Ante las evidencias, el mundo tendrá que disminuir el uso del petróleo y suspender el uso del carbón. Varios países están cerrando las termoeléctricas y los días para el carbón como fuente de energía están contados. El uso del petróleo tendrá que racionalizarse. Hay tecnología para convertir en regla, y no en excepción, el uso de motores eléctricos para la movilidad tanto pública como privada. Esto disminuirá la demanda de petróleo, y muchas de las reservas ya probadas y que se pueden extraer con métodos tradicionales quedarán enterradas.

En este contexto, bienvenido el proyecto de ley, impulsado por iniciativa de más de 100 organizaciones sociales que conforman la Alianza Colombia Libre de Fracking, que se encuentra radicado en la Comisión Quinta del Senado a la espera de iniciar su trámite legislativo para convertirse en ley que prohíba la exploración y explotación de yacimientos de petróleo por métodos no convencionales en Colombia. Es absurdo fracturar roca y poner en riesgo los acuíferos subterráneos, aumentando la sismicidad y la contaminación ambiental. Esto no sólo es innecesario, sino irresponsable. Apliquemos el principio de precaución y erradiquemos el fracking del panorama nacional. Apoyemos la Alianza Colombia Libre de Fracking. Seamos serios.

 

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