A Francia no le importa la igualdad

Columna del lector
26 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

Por Cristian Mauricio Plazas Torres

El 19 de noviembre el primer ministro francés, Édouard Philippe, anunció que los estudiantes extranjeros (o, como él los llamó, los “extraeuropeos”) tendrán que pagar más para matricularse en las universidades públicas de Francia. Los de pregrado, que hasta ahora pagaban al año 170 euros ($612.000), tendrán que poner ahora 2.800 (más de $10,2 millones); los de maestría y doctorado, que pagaban 243 y 380 euros respectivamente (entre $880.00 y $1,1 millón), pagarán hasta 3.800 (casi $14 millones).

La medida, que comienza desde el próximo año, solo afecta a aquellos que vienen de fuera de la Unión Europea. Es decir, latinoamericanos, africanos y asiáticos. Y, aunque parezca sorpresivo, Édouard Philippe llamó a esto una “estrategia de atracción para los estudiantes extranjeros” bajo el lema “Escoja Francia”. Pero su estrategia, en vez de acercar más a los estudiantes, los está alejando e incluso podría obligarlos a volver a su país de origen sin haber cumplido sus metas académicas.

Según el primer ministro, los estudiantes extranjeros afortunados “pagan lo mismo que un estudiante francés poco afortunado mientras sus padres residen, trabajan y pagan impuestos, lo cual es injusto”. A lo anterior añade que no quiere que la estrategia de “atracción” se base en la educación casi gratuita, sino en una verdadera elección del estudiante.

Pero, primero, los estudiantes sí contribuyen a la economía. Me gustaría hacer una pequeña pero importante lista de las cosas en las cuales los estudiantes pagamos impuestos en Francia: pago del arriendo, comida, compras tales como la ropa o productos de aseo personal, plan móvil y tiquetes de avión o de trenes, entre otros. Que un estudiante pueda ir a Francia a pagar sus estudios no lo hace, de entrada, afortunado.

Un estudio del instituto BVA muestra que los estudiantes le costaban al Estado francés 3.000 millones de euros. No obstante, estos aportan 4.650 millones de euros al año. Este estudio estima que cada estudiante invierte cerca de 11.048 euros al año, más de $40 millones. Hacer una maestría durante dos años, sin contar la matrícula, cuesta más de $100 millones. Y ahora debemos sumarle a esto el aumento de esta nueva “estrategia”: entre $20 y $30 millones. Cientos de estudiantes no ganan con facilidad esta cantidad de dinero (los costos de vivienda y alojamiento son altísimos), menos con la condición de que solo pueden trabajar 20 horas a la semana.

Y, segundo, piensen ahora en los cientos de estudiantes que se preparan en todo tipo de academias para los exámenes oficiales franceses y que se van a Francia justamente porque buscan educación de calidad, pero que también puedan costear. Ahora hay que decirles que deben poner hasta $30 millones más, por no ser europeos y solo para inscribirse en la carrera. Solo quienes tienen dinero merecen estudiar: eso parece que quiere decir el primer ministro. Es injusto.

Se supone que Édouard Philippe debía escoger una estrategia para atraer a los estudiantes de todo el mundo; sin embargo, lo que relatan los estudiantes no es más que angustia y desesperación. Es una estrategia que no expresa más que un sentimiento discriminatorio y clasista hacia los estudiantes no pertenecientes a la UE; y a los estudiantes ricos de conocimiento, pero infortunadamente pobres del bolsillo.

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