Fútbol y nación

Armando Montenegro
24 de junio de 2018 - 05:30 a. m.

Varios analistas sostienen que las emociones del fútbol tienen impactos que van mucho más allá de lo puramente deportivo. En un interesante trabajo, por ejemplo, los autores Depetris-Chavin, Durante y Campante analizan las actitudes de la población de varios países africanos después de las victorias de sus selecciones nacionales, y encuentran que, con el entusiasmo y la alegría disminuye la identificación de las personas con sus propios grupos étnicos, aumenta la confianza en comunidades diferentes a las suyas y cae el número de los casos de violencia, con frecuencia asociada a los conflictos étnicos. En una palabra, esos triunfos contribuyen a forjar la identidad nacional.

Las naciones que hoy conocemos son entes relativamente nuevos y, en su gran mayoría, reúnen conjuntos humanos diversos, separados geográficamente, en algunos casos con religiones, lenguas y culturas distintas. Sobra decir que, en muchos casos, estas personas no compartían un sentido de nacionalidad, el mismo que se fue construyendo gradualmente a lo largo del tiempo. Esto es cierto tanto para países europeos como Francia e Italia en el siglo XIX, como para países africanos, independizados en los años sesenta, compuestos de grupos étnicos distintos y, muchas veces, enfrentados entre sí, todavía en el proceso de consolidación nacional. Este también fue el caso de Colombia, un país formado por regiones bien definidas, distanciadas por la geografía, con culturas diferentes, fruto de muchos años de vida relativamente aislada.

Los analistas, de acuerdo con ideas de autores como Benedict Anderson, piensan que los triunfos en el fútbol son “experiencias compartidas” que contribuyen a la construcción de las naciones y la disminución de las divisiones internas. Hace años Anderson planteó que las naciones son “comunidades imaginadas”, que en muchos casos son el resultado de políticas educativas, obras de infraestructura que acercan a comunidades dispersas y facilitan el intercambio, y medios de comunicación que homogeneizan a grupos humanos diferentes. A este mismo propósito apunta el uso reiterado de símbolos nacionales como el himno, la bandera, los museos y hasta los nombres de héroes y personajes en las calles y plazas.

Hasta donde sé no se ha estudiado en Colombia el impacto del deporte en la disminución de sus intensos regionalismos. Al respecto, hay que recordar que la emulación entre las regiones, como la vuelta a Colombia y ciertos campeonatos interdepartamentales, ha perdido importancia y ha sido relegada por las competencias internacionales en las cuales todo el país se identifica con el colombiano que compite frente al resto del mundo. Este fue el caso de Cochise y Nairo en el ciclismo, el de Caterine Ibargüen en atletismo y, por supuesto, el de la selección Colombia de fútbol, desde el 4-4 frente a Rusia, el 5-0 frente a Argentina hasta el grupo de Pékerman.

No siempre nuestros historiadores reconocen que el país se ha homogeneizado en forma notable en las últimas décadas, fruto del avance de la educación, la construcción de carreteras, las migraciones internas, los medios de comunicación y, en alguna medida, el deporte y varios fenómenos culturales.

Emilio Depetris-Chauvin, Ruben Durante y Filipe R. Campante (2018), Building Nations through share Experiences: Evidence from African Football. NBER, Working Paper 246666.

 

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