Ganga Ma

Ignacio Zuleta Ll.
21 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

El espléndido documental Ganges que se estrenará en las salas de cine del país este 6 de junio es una declaración imprescindible del estado de la Tierra. Este “viaje por los sentidos del agua”, como lo subtitula Roberto Restrepo, el escritor, productor y director colombiano, es exactamente eso: el río Ganges como corazón y ejemplo de una civilización que depende, como todas, del agua.

Ganges me impacta de manera personal. Viví 12 años al lado de este río en un pueblecito vecino a sus orillas arenosas. Desde el ventanuco de mi celda monacal contemplaba sus ciclos en las estaciones: ya el cauce mermado de los meses sin lluvia —disminuido además por ladronas represas más arriba—, ya su vertiginoso flujo alimentado por los monzones tremebundos. Soñaba con su fuente allá en los glaciares del Himalaya, en el sagrado Gangotri; veía pasar los cuerpos de los muertos envueltos en sudarios flotando hacia su destino material final, mientras seguramente sus almas migraban a regiones más sutiles… imaginaba la apoteosis de la desembocadura en los manglares y playas de los Sundarbans.  

Así que cuando en el documental vi mis ensoñaciones plasmadas en una factura fílmica impecable —escudriñadas además a través de los oídos y los ojos de estos seis compatriotas mochileros talentosos y heroicos y en un momento del planeta que clama a gritos conciencia del desastre que estamos produciendo, Ganges tocó todas mis fibras. No termina aquí mi nexo con Restrepo y con el Ganges. Nos conocimos cuando incursionábamos en los senderos de buscadores espirituales hace muchos años y ya él fantaseaba con hacer esta película; empezábamos a sufrir con la destrucción paulatina y anunciada del entorno, con el cambio climático, con lo que pasaría si el agua, la madre de la vida, se acabara allá, aquí, en el planeta.

Y Restrepo asociado con Talía Osorio y sus compañeros de aventura épica la logran bien lograda. Ya sin mayores sesgos emotivos, la película es excelente, atractiva, impactante. Los planos quietos de la imagen, los paneos pausados y la cámara respetuosa no violentan la retina y permiten asimilar el contenido. Los montajes son adecuados y sensibles. La música original de Juan Galvis fluye con armonía, subraya con finura el contenido, conduce a la emoción auditiva en acordes paralelos al texto y a la imagen. Se destacan las ilustraciones inteligentes y bellas de una mitología compleja que narra la cosmogonía de la India, y el trabajo sonoro con una posproducción diseñada por el sofisticado oído de Tariq Burney.

Por último, y no menos importante, la selección de entrevistados proporciona un panorama amplio, imprescindible y actual de la situación de un río sagrado en particular y en general de la amenaza de extinción de las especies, incluyéndonos. Habla gente de sabiduría milenaria, aterrizada, que toca temas como la protección de las semillas, los gases de efecto invernadero, la desaparición amenazante de los glaciares que dan de beber a la mitad de la humanidad, la inequidad: nos abre los ojos.

Ganges nos deja al borde entre la esquiva esperanza y la imperdonable desesperanza. Es una bonita paradoja que estos colombianos cineastas, al mostrar una realidad que parecería ajena al Guaviare, Santurbán, Ituango o Tribugá, nos inciten a mirarnos en ese espejo antiguo, a ver si comprendemos que todos estamos en peligro y que el último informe de la ONU no exagera.

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