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Gina y José Obdulio

Catalina Uribe Rincón
09 de julio de 2015 - 04:17 a. m.

Esta semana la Ministra de Educación, Gina Parody, y el senador José Obdulio Gaviria se enfrascaron en una pelea preocupante.

Parody arremetió por Twitter contra el uribismo refiriéndose a los “siempre evidentes” vínculos entre este grupo político y el paramilitarismo, mientras Gaviria acusó a la ministra de oportunista utilizando insultos bajos y precarios relacionados con la vida privada de Parody. Digo preocupante porque se ha vuelto tan común decir públicamente todo lo que a alguien se le ocurre que la excepción se ha convertido en la regla.
 
La política es un juego duro, sin duda; a veces se juega limpio, a veces no tanto. Pero de cualquier forma, y en todos los casos, la gracia de la política es que canaliza intereses y ánimos. La sociedad en general gana cuando se aprende a amenazar con demandar y no con matar. Y aunque está bien que, como los enamorados, nuestros políticos ventilen sus bravuras, no lo está cuando sus aires contribuyen a la parcialización de la sociedad. Es normal que unos crean una cosa y que otros crean otra, pero no que las partes se toreen tanto que los humores sociales se comiencen a ser violentos.
 
José Obdulio puede pensar lo que quiera de Gina pero no puede decirlo todo y menos cuando al hacerlo la insulta a ella y a la mitad de la población. Gina puede estar segura de las acciones ilegales del uribismo pero para eso está la justicia y no puede meter en la misma bolsa a todo el grupo político. No tanto porque sea injusto, que lo es, sino porque eleva al país en odio. Hay veces que es importante decir lo que se cree que es verdad, otras callarlo. No se trata de hipocresía, sólo de prudencia, o mejor, de acotar el deseo a lo que permiten los tiempos.
 
El país está muy asustado y el pánico es peligroso porque hace que la gente quiera buscar un salvador. Por protegerse de quien se percibe que es la amenaza las personas se alían con cualquiera. Y como quien se casa de afán, vamos a terminar amaneciendo quién sabe con qué senadores, qué alcalde y, sobre todo, qué presidente. Si unos quieren jugar este juego, es importante que los otros no se lo sigan

 

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