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Grandes adversarios

Daniel Emilio Rojas Castro
19 de mayo de 2015 - 02:00 a. m.

El encuentro en V. Putin y J. Kerry el martes de la semana pasada en Sotchi fue una reunión entre adversarios políticos, no entre aliados.

Las declaraciones optimistas que divulgaron los medios de comunicación al final del evento fueron solo eso: declaraciones.

Empecemos por lo obvio. Adversarios no quiere decir enemigos y hay varios temas en los que EE.UU. y Rusia tienen que cooperar. El primero son las negociaciones nucleares con Irán, cuya finalización se encuentra cerca. Que Irán pueda producir energía nuclear sin que se dote de la bomba atómica depende de los límites y de la veeduría que establezcan quienes sí la poseen. El bloqueo de los países occidentales sobre Irán ha permitido que las relaciones comerciales entre Teherán y Moscú se hallan fortalecido mucho más de lo que EE.UU y la Unión europea podrían desear, pero los Rusos (tanto como los Estadounidenses) no quieren que el número de países con programas atómicos militares se multiplique. De allí la necesidad de cooperar.

Menos urgente, aunque no menos importante, es la situación del Mediterráneo oriental, cuya estabilización le interesa a las dos potencias. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre con Irán, no hay una ruta clara que permita vislumbrar cuáles serían los términos de un posible acuerdo. El pulso internacional que Putin y S. Lavrov iniciaron para impedir una intervención internacional contra el gobierno de Al Asad se resolvió a favor de Moscú. EE.UU. aceptó a regañadientes esta victoria diplomática y hoy está más que claro que cualquier intervención militar en Siria o en el territorio controlado por el EI va a depender de un entendimiento entre la Casa blanca y el Kremlin.

Ahora bien, reconocer la necesidad de cooperar conjuntamente en ciertos temas no quiere decir ceder en las relaciones de fuerza ni renunciar a los objetivos de política internacional que tiene cada gobierno. Desde hace dos semanas la OTAN inició un despliegue de ejercicios militares frente a las fronteras rusas que incluyen el patrullaje de submarinos en la península escandinava y varios simulacros en Lituania para prevenir invasiones terrestres. A eso se sumó el despliegue de 300 soldados estadounidenses y de 14 tanques tipo bradley en Georgia para realizar ejercicios militares con las fuerzas de ese país, que Putin calificó como un ‘acto de provocación’ en el discurso que pronunció para conmemorar del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Queda la frontera ucraniana. Que Putin haya accedido a recibir a Kerry no significa que Donetsk y Lugansk vuelvan a incorporarse al territorio ucraniano ni que desde el Kremlin se vaya a dejar de apoyar a los separatistas. Creo que nadie está esperando esto. Como se rumoró la semana pasada en una conferencia de ministros de asuntos extranjeros europeos, el Kremlin planea instalar misiles nucleares en Crimea, un movimiento táctico que busca blindar la posición militar rusa en Europa del este y que de paso espera contener el poder nuclear de la OTAN en la región.

La visita de Kerry a Sotchi obedece a la necesidad de restablecer un contacto directo con Putin en un momento de incertidumbre. Es reabrir un canal diplomático tras varios meses de incomunicación. No significa nada más.

Los buenos adversarios agotan todas las posibilidades para no convertirse en enemigos. 

 

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