Hijos de Galán, hijos de Uribe

Santiago Gamboa
14 de abril de 2018 - 08:35 a. m.

Las relaciones de parentesco, que según el etnólogo Claude Lévi-Strauss son fundamentales en el desarrollo de las tribus aborígenes, merecerían en Colombia un estudio más profundo. La reflexión me viene después de ver, estupefacto, el modo alevoso con que el expresidente Uribe insultó en el Congreso a Carlos Fernando Galán, quien adelantaba un debate sobre las irregularidades con los POT en el país. Hasta los rusos de China saben que los hijos de Uribe se enriquecieron durante el gobierno de su papá haciendo negocios, y uno de esos golpes de suerte fue un predio en Mosquera que, en poco tiempo, pasó a ser zona franca, lo que les dejó una asombrosa ganancia: de $180 millones invertidos a un valor final de $54.000 millones. ¡No está nada mal! Ni el narcotráfico deja semejante margen. Uribe dice que hay una sentencia que determina que no hubo corrupción, y seguramente ésta existe, porque a Uribe, el “perseguido político” número uno del país, todo se le da a su medida: jueces magnánimos y testigos que olvidan. O al revés: jueces que olvidan y testigos magnánimos. ¿Qué pasó con la investigación sobre la violación de Claudia Morales, de la que era el principal sospechoso? Silencio, olvido. ¿Qué pasó con lo de Pedro Juan Moreno? Silencio, olvido. Para ser el perseguido número uno, la verdad es que no le va tan mal.

Pero vuelvo a los vástagos empresarios. Como señaló en su debate de 2009 el senador Jorge Robledo, lo de la zona franca de Mosquera fue un “enriquecimiento inaceptable” (no ilícito) por parte de quienes deberían dar ejemplo, por ser los hijos del presidente. Pero aquí viene una de las consignas mayores del uribismo: si no es ilegal puede hacerse, aunque sea inmoral. Es decir que es ante todo un problema de principios. Por eso, mientras los hijos de Uribe se hacían multimillonarios a una velocidad estratosférica (¡todo un récord en América Latina!), los hijos de Galán seguían el legado de su padre dedicándose a la política decente. ¡Qué diferencia tan abismal de valores! Dos Colombias opuestas. Y tal vez ambos cumpliendo con el sueño de sus padres: los de Luis Carlos Galán, el sueño de construir un país menos corrupto y más democrático; los de Álvaro Uribe, el de hacerse inmensamente ricos, convencidos de que la riqueza y la posesión de latifundios son los únicos valores que importan. Los que defiende la acción política del padre.

Por eso es tan aterrador para cualquier persona de bien ver el tenor de los insultos de Uribe a los Galán: que se han favorecido económicamente del Estado, que han vivido de él. Un burro hablando de orejas, pero Uribe siempre usa esa estrategia: atacar al que lo ataca con el mismo argumento, para amedrentarlo. Todos saben el poder que tiene, el visible y el invisible, y por eso a tanta gente le da miedo y prefiere callar. Y como él lo sabe, lo grita en la cara. “Hacemos responsable a Uribe por nuestra integridad”, escribieron los Galán, con miedo, después de ser calumniados (y señalados) por un Uribe al que sólo le faltó mentarles la madre en pleno Congreso. Definitivamente, representan dos Colombias con valores opuestos, y lo peor es que todo indica que será la de Uribe, la Colombia del “todo vale”, la que va a imponerse en las urnas.

 

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