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Historia de dos artistas

Lucas Ospina
18 de abril de 2009 - 02:15 a. m.

“El Aleph”, el cuento de Borges, es una divagación metafísica pero también es la historia de dos artistas.

Uno, Borges, que figura con nombre propio en la narración, describe al otro, Carlos Argentino Danieri, así: “Su actividad mental es continua, apasionada, versátil y del todo insignificante. Abunda en inservibles analogías y en ociosos escrúpulos”. Borges, escéptico y cínico hasta el absurdo, ve como la experiencia riñe con el lenguaje. Danieri, al contrario, antepone el lenguaje a la experiencia, crédulo en su erudición vive conectado a una herramienta retiniana que lo forma e informa: “un Aleph… uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos.”

En Bogotá hay un paralelo a este diálogo: por un lado, en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño está “La buena vida” de Carlos Motta y en la Biblioteca Luis Angel Arango “Archivos Ciudadanos de América Latina, Proyecto Imaginarios Urbanos” de Armando Silva. Por otro lado, en el Museo de Arte del Banco de la República están “La Amazonia perdida” de Richard Evans Schultes y “Un Mundo” de René Burri.
 
Las dos primeras exposiciones son afines a Danieri y a su poema titulado “La Tierra” que ambiciona “versificar toda la redondez del planeta”. Motta con impresos, fotos, un portal de Internet y 360 entrevistas en video a personas de doce ciudades en América Latina planea examinar “procesos de democratización en la región y su relación con la política de intervención norteamericana”. Silva con sus “imaginarios” busca “enunciar los mapas afectivos que constituyen la diversidad de modos de ser urbanos de trece ciudades de Hispanoamérica”; más de 10.000 archivos o 20 años de trabajo sobre una mesa “que será como el continente y la exposición, la oportunidad para circular por él, las imágenes y sonidos que caracterizan nuestras identidades".

Ante esa demagogia archivística las exposiciones de Schultes y Burri son una experiencia intelectual que compromete la introspección, composiciones cuidadas que en Schultes muestran no solo la Amazonia perdida sino una forma de mirar que ya no existe, o en Burri una pregunta incesante por lo humano, series que van de la creación artística a la destrucción de la guerra: “Cuando fotografío la guerra pinto el Apocalipsis y su irreal serie de presagios”.

Schultes, viajero, Burri, periodista, piensan y hacen pensar a través de sus obras, Motta y Silva ofrecen documentos, puntos de vista, tantos que Borges podría escribir: “tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura”.

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