Inequidad y ebullición social

Yolanda Ruiz
24 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Un titular del periódico Financial Times sobre las protestas en Chile tras un incremento en el pasaje del transporte público fue muy diciente: “La inequidad en el «estable» Chile prende el fuego del descontento”. Más allá de los 30 pesos adicionales en un pasaje, lo que había de fondo es una inconformidad social que ha venido creciendo en una sociedad de ricos cada vez más ricos, de pobres que no logran salir de la pobreza y de una clase media que se siente asfixiada sin posibilidades de ascenso en la escala a pesar de todos sus esfuerzos. Pareció entenderlo el presidente Sebastián Piñera cuando salió a anunciar un paquete de medidas económicas y a pedir perdón después de varios días de protestas: “Es verdad que los problemas no se han producido en los últimos días, se venían acumulando hacía décadas. Es verdad también que los distintos gobiernos no fueron y no fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud. Esta situación de inequidad, de abuso que ha significado una expresión genuina y auténtica de millones y millones de chilenos. Reconozco esta falta de visión y les pido perdón a mis compatriotas”.

Si les suena familiar no es extraño porque no se necesita ser economista ni experto para ver una realidad que se repite en mayor o menor medida en nuestros países de América Latina y que va teniendo visos de tragedia.

Varios analistas que han escrito sobre Chile llaman a entender el fondo para ver la desesperanza que se ha apoderado de muchos ciudadanos ante los niveles de inequidad que se tornan agresivos en sí mismos. Aunque muchos solamente ven la violencia en el vandalismo que suelen desatar algunos en las protestas sociales, la violencia está también en esas condiciones de inequidad, de exclusión y de escasa o nula movilidad social. Vale recordar: la inequidad en Colombia es más alta que en Chile. Ni que decir de la corrupción, que es otro detonante de inconformidad.

En su columna del diario La Tercera, Daniel Matamala escribió: “Seamos claros: fue esa élite la que rompió el contrato social al consagrar su propia impunidad, y al hacerlo tapó la olla, subió el fuego al tope y se tapó los oídos para no escuchar cómo el agua entraba en ebullición”. La sordera de los líderes políticos y de las clases privilegiadas a lo largo de la historia suele ser de tal tamaño que pueden hacer fiestas y derrochar riqueza mientras a las puertas de los palacios hay desolación y muerte.

Andrónico Luksic es uno de los empresarios más destacados de Chile. Pocas horas después de que se desataron las protestas escribió en Twitter un llamado en el que parece entender el momento: “Leo en sus miles de mensajes el cansancio por no ser escuchados, la indignación por los abusos, la desconexión de la clase empresarial, la ineficiencia de la clase política. Todos debemos reaccionar”. También llama a rechazar los actos violentos y luego habla de salidas: “La clase política puede hoy resolver las pensiones, la educación, la salud y el transporte público. ¿Qué esperan? Es ahora cuando debemos actuar. Hoy. No mañana. ¡¡Muchos compatriotas ya no pueden esperar!! Y los que podemos tenemos que ayudar a pagar a cuenta... En esto no hay magia”. Lo dice uno de los ricos de Chile. La pregunta es si podrán pasar del dicho al hecho y, a juzgar por el siguiente trino en el que anuncia un nuevo salario mínimo para sus trabajadores, puede ser.

Podríamos hablar también de Ecuador, en donde las comunidades indígenas salieron de nuevo a las calles para recordar que no van a pagar los platos rotos de los problemas económicos. O podríamos hablar de unos dirigentes deportivos en Colombia que no quieren ni siquiera escuchar a los jugadores. Cuando el rumor de las protestas sociales suena, es mejor escucharlo y atenderlo antes de que estalle la olla en ebullición. Creer que la protesta social es asunto de policía es un error que cuesta caro. Que lo diga Piñera.

 

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