Insuficiente vocación de cambio

Mario Méndez
28 de junio de 2018 - 08:59 p. m.

El domingo 17 de junio llegaron a la cumbre la distorsión, la mentira y la interpretación acomodaticia en la práctica electoral, cuyo impacto no se podía desconocer al escuchar la repetición de lugares comunes y relativos al chiste del castrochavismo, o las supuestas expropiaciones del programa de la Colombia Humana. Se hablaba de inexistentes e inverosímiles planes petristas para arrebatarle su taxi al pequeño transportador o cerrar iglesias, haciendo circular la idea de que Petro es militante del ateísmo, argumento que, dada la religiosidad o seudorreligiosidad de nuestras gentes, no deja margen alguno para discutir inteligentemente.

Con esa dinámica desatada de tienda en tienda, de vecinos incautos a vecinos incautos, era previsible que el candidato triunfante contara con una gran ventaja de la cual no debe sentirse orgulloso, porque es como ufanarse de ser beneficiario del oscurantismo. Resulta deprimente que las gentes del común no sepan ni entiendan siquiera que Colombia es uno de los países de mayor desigualdad en el mundo, y que su situación de privaciones no es producto de la voluntad divina sino de la bicentenaria habilidad política que se cuida de tener un aliado en la ignorancia, en la incapacidad analítica frente a la manipulación.

¿Habrá entendido el presidente electo que ganó gracias, sobre todo, a los votos de la gente que en un proceso de cambio saldría favorecida? Basta un análisis de las cifras comiciales producidas por los sectores más inclinados a su candidatura, y en ese sentido dice mucho que el joven Duque ganara ampliamente en el campo, con un 17 por ciento de analfabetismo, mientras la tendencia se invertía en el medio semiurbano y urbano, relativamente más favorable a la Colombia Humana.

Hay factores externos muy dicientes en favor de Petro, que infortunadamente no tuvieron incidencia en las urnas. Nos referimos a las adhesiones desde el exterior de grandes personalidades ambientalistas, de la economía, de las letras, de la ciencia, del arte, en fin, que no aparecían en las toldas del vencedor, salvo Mario Vargas Llosa. Algunos de los respaldos a Duque provenían de individuos que éste quizás, en el fondo de su conciencia, quiso esconder como se esconden los residuos de cosas debajo del tapete cuando llega la visita. ¿Qué tal un Popeye y otras ‘pintas’ expresándole su apoyo? ¡Nada gratificante esta muestra de nuestras tristezas culturales!

Sería necio negar la necesidad de cambio en un país donde muchísima gente se acuesta con hambre, en medio de tantas riquezas concentradas, con demasiada tierra improductiva y bajo la más cruda persistencia del pensamiento feudal, al unísono de la cantinela que nos habla de que Colombia es una de las democracias más sólidas del continente americano. ¡No, por favor! No más la mentira como catecismo, ni el embrutecimiento de los ciudadanos más vulnerables en su ingenuidad y aprovechamiento por parte de quienes hacen uso de las argucias que los sostienen.

Tris más. La conducta de algunos compatriotas en el Mundial de Rusia es una lamentable prueba más de que el país necesita cambiar.

* Sociólogo Universidad Nacional.

 

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