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La República de Irlanda, separada políticamente de Irlanda del Norte (que es parte del Reino Unido), decidió liberalizar el aborto. Lo que cayó como balde de agua fría a un ejército de prelados que aun siendo partícipes de la horrenda crisis de la Iglesia se sentían jugando un papel donde parecía estar escrito que de ahí no se moverían.
Hasta ahora se trataba de una situación que estaba tan cerca que se volvió común, algo perfectamente mimetizado: la masa de hombres de todos los credos, posiciones, poderíos, etc., que con singular alegría le entraban a opinar sobre las decisiones de la mujer en cuanto al aborto. No me refiero a aquellos que por razones médicas deben hacerse, sino a los motivados por aquellas situaciones íntimas que solo cada mujer conoce.
Por eso se me ocurrió que los gobiernos, que todo lo manejan con comisiones, consideren la creación de una donde participen solo aquellos hombres que hayan abortado para que, ahora sí, hablen con suma propiedad sobre lo que hay que hacer en caso de presentarse una decisión de interrupción del embarazo.
Los traumas que el aborto acarrea pertenecen al sumario mental de la mujer. La decisión que toma es producto, en muchos casos, de presiones de la misma sociedad, manejada por el hombre, que no le interesa proveerla de “armas” para evitar los embarazos y que tampoco está preparada para dar los medios de supervivencia al futuro bebé.
He oído opiniones que aseguran que “todo es culpa de la mujer” y que eso del aborto “no debe prosperar como medio de contracepción”. “Si no quería tener un hijo, ¿por qué se dejó? ¡Qué bruta!”, dicen los sabios. ¿Qué tal? Según ellos la futura “abortista” lo tiene simple. Se cita con algún médico o algo parecido, en las sombras de lo no permitido, o ahora en clínicas especializadas, en muchos casos sin plata, va a que le hagan un “raspado” y que siga la fiesta. O sea, todo sencillo.
Claro que hay legislaciones muy “condescendientes”: la madre tiene que estar en peligro de morir, el feto debe tener graves malformaciones o la mujer haber sufrido una violación para que opere la ley y tenga derecho a solicitar, a mendigar, que le acepten abortar. Obvio, primero tiene que demostrar cualquiera de los tres supuestos.
Hace tiempo me sorprendieron las palabras del entonces candidato demócrata a la Presidencia norteamericana Joe Biden, durante un debate: “Soy católico, pero no puedo imponer mis ideas a otros. La mujer es dueña de su cuerpo y ella debe tomar la decision, asesorada por su médico”. Fuera de ser una declaración positiva, hay una atmósfera indispensable para trabajar sobre este problema: la división entre Iglesia y Estado.
Pero volvamos a centrarnos en el tema. Viví en Irlanda, donde en su momento la posición sobre el aborto —obvio con Iglesia y curas de por medio— era muy cerrada. Resultado: las irlandesas cruzaban el canal y abortaban en Inglaterra. La semana pasada, en un referendum importante, los votantes dieron un “sí” a que se acepte el aborto sin que la mujer tenga que justificar su decisión.
Entre más se restrinjan las facilidades para abortar y se le meta miedo de infierno a este tema, la mujer es la “paganini”, pues las condiciones de higiene, las ayudas psicológicas, las consideraciones y respeto por esa decisión serán más pobres.
Hay países reacios a explorar el tema más allá de lo que el espíritu religioso les permite y hay otros que, por el contario, han reconocido la existencia de un problema social donde se ve la necesidad de proteger a la mujer y darle el apoyo adecuado. Estos países, mucho mas avanzados sobre el tema, han demostrado que el número de abortos no ha aumentado por el hecho de tener una ley mas acorde con las necesidades de la mujer, por el contrario. Pongo como ejemplo el caso de Holanda, cuya tasa de abortos es una de las más bajas del mundo.
En Holanda:
- La ley le da a la mujer el derecho de que sea ella la que tome la decisión.
- Puede acudir al médico de familia, quien la remitirá a la clínica especializada.
- No tiene obligación legal de conseguir la anuencia de su pareja o padres.
- El aborto se puede practicar hasta la semana 24. (En otros países el plazo permitido varía: en Gran Bretaña 12 semanas, en Suecia 18).
- Antes y después del aborto, el Estado ofrece ayuda psicológica.
- Muy importante: existe la educación sexual y el acceso fácil a medios de prevención del embarazo.
No me queda duda de que si los que abortáramos fuéramos nosotros, habría clínicas para protegernos, el Ministerio de Salud tendría partidas para darnos ayuda económica inmediata, la solicitud para abortar no exigiría cosa diferente a tener médico a la mano. Existirían políticos que durante sus campañas tendrían el lema: “El hombre tiene el derecho inviolable de hacer con su cuerpo lo que quiera. Estamos en un país libre. Viva la democracia.”
Hay que aplaudir a los votantes irlandeses por haber dado un paso tan importante en este tema.
Pienso que el mar sirve para lavar las ansiedades del hombre y los atardeceres para que descanse. El YouTube tiene tomas mías en diferentes mares, desde las Antillas hasta el Sureste Asiático. Un compañero inseparable que hoy la humanidad, con la polución, está logrando acabar. Algo increíble.
