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CUANDO LOS PERIODISTAS SE VUELven abogados y cuando los abogados se vuelven periodistas, el resultado generalmente es una justicia travestida o paralela.
Con motivo de la suspensión de “Teodora” por parte del Procurador ha salido a luz un número sorprendente de periodistas que poniéndose el sombrero de abogados descalifican jurídicamente el fallo del alto funcionario, de pasada injuriándolo sin misericordia. Lo que no deja de asombrar es que por pruebas bastante más endebles, varios ‘parapolíticos’ han terminado en la cárcel y, sorprendentemente, ni una sola voz se alzó en contra del Procurador acusándolo de actuar con sesgo ideológico. Se especula que el universo puede tener límites: la hipocresía de los mamertos, no.
Y cuando los abogados se vuelven periodistas lo que se materializa es una violación alevosa y sistemática de la honra y buen nombre de las personas que se ven de una u otra manera comprometidas en controversias jurídicas. El respeto al buen nombre se constituye en uno de los principios sobre el cual se encuentra estructurado el Estado colombiano y es el deber de las autoridades hacer respetar ese derecho. Llegó la hora de ponerle punto final a las manipulaciones e injerencias de aquellos que acuden a los medios de comunicación para ejercer justicia paralela, y a los periodistas que por acción u omisión, por falta de noticias o por manifiesta ingenuidad, se prestan a estas manipulaciones.
Desde tiempos inmemoriales la calumnia, las verdades a medias y las insinuaciones turbias sobre casos que la justicia todavía no ha resuelto, y en muchos casos ni siquiera conoce, adquieren un manto de verisimilitud cuando se denuncian, ventilan y se juzgan en los medios de comunicación. Los abogados expertos en justicia paralela cultivan con esmero a algunos periodistas. Estos periodistas, halagados porque se les dé una primicia sobre una sensacional demanda penal que el litigante piensa instaurar o ha instaurado ante los tribunales, se prestan a leer el comunicado del letrado y lo entrevistan con un cuestionario hábilmente preparado con antelación por el abogado. Los directores de los medios se lavan las manos argumentando que estaban simplemente informando. Muy seguramente nadie lee la rectificación de la parte injuriada y el daño al buen nombre y a la honra es irreversible.
Las cadenas de radio y televisión serias les deben poner cortapisas a los periodistas que les dan espacios a abogados que pretenden ventilar sus querellas, no sólo ante la justicia ordinaria, sino principalmente ante los medios. Los códigos de Ética de estas empresas deberían taxativamente prohibir la autonomía de los periodistas para enlodar la honra de los ciudadadanos y de las empresas, especialmente cuando arropan el atropello en un fariseo manto de libertad de información. Porque una cosa es el legítimo derecho de los periodistas de informar y otra, muy distinta, es el intento ilegal e ilegítimo de ciertos abogados y sus clientes de sustituir la acción de la justicia por la de los medios. ¿O es que el derecho al buen nombre y la presunción de inocencia se deben agachar ante lo que los medios de comunicación interpretan como la sagrada prerrogativa de poner al aire lo que se les venga en gana?
La justicia paralela no sólo no es justicia, sino que es la peor de las injusticias. Es buena hora que el Ministro del Interior, el Consejo Superior de la Judicatura, y el Colegio de Periodistas le coloquen talanqueras a los abogados mediáticos y periodistas que fungen de abogados que denuncian, condenan y absuelven a su libre albedrío en y con la anuencia de los medios de comunicación. Una sociedad que permite la justicia paralela, alterna y sustituta, es una sociedad condenada a desaparecer.
