La alegría de jugar

Antonio Casale
07 de enero de 2020 - 01:00 a. m.

Djamel Belmadi, entrenador de Argelia, y Aliou Cissé, de Senegal, disputaron la más reciente final de la Copa Africana de Naciones. El triunfo fue para los argelinos, pero los dos reivindicaron en parte el fútbol de su continente, venido a menos en el siglo XXI.

Cómo olvidar a Camerún del 90, que con su alegría nos eliminó del Mundial y se la puso difícil a Inglaterra en cuartos de final. La banda de Milla y compañía se quedó en el corazón de la gente. O qué decir de aquella Nigeria del 94 de Kanu, Okocha y Amokachi. Es verdad que no ganaron ni llegaron a la final, pero dejaron un grato recuerdo. Jugaban como vivían, se divertían a pesar de las adversidades de sus pueblos, eran irresponsables tácticamente, pero pasaban bien dentro de la cancha, y eso se quedó en el corazón de la gente.

De ahí para acá a duras penas uno se acuerda de la selección de Ghana, que llegó a cuartos de final en Sudáfrica 2010. Esa que perdió contra Uruguay desde el punto penal. Sin embargo, de ese equipo, dirigido por el serbio Milovan Rajevac, que logró el mejor resultado para África en la historia de los Mundiales, pocos se acuerdan.

Un día, a comienzos de siglo, los africanos decidieron que si querían obtener mejores resultados que los logrados por Nigeria y Camerún tenían que aprender de disciplina táctica, y para ello qué mejor que llevar a entrenadores europeos para complementar su alegría con rigor.

La consecuencia fue agridulce. Dulce para los bolsillos de los empresarios y dirigentes que se lucran de la venta de derechos deportivos. Hoy hay más futbolistas africanos jugando en Europa que nunca, y entre ellos se destacan Salah y Mané, flamantes delanteros del que hoy es el mejor equipo del mundo, el Liverpool. Abaumeyang, Kanté, Mahrez y Keita son otros grandísimos jugadores nacidos en África. Entre los noventeros, aparecieron Drogba, Samuel Etoó, George Weah, Yaya Touré, entre otros.

La parte agria son los resultados de sus selecciones en lo que va corrido de siglo. Por primera vez desde 1982 no hubo ningún representante africano en los octavos de final del Mundial de Rusia en 2018. El rigor táctico europeo no se ha podido impregnar en lo colectivo y la alegría se perdió, son equipos aburridores. En la pasada Copa Africana de Naciones, 12 de los 24 técnicos participantes fueron extranjeros, 11 de ellos europeos, sin embargo, dos africanos llegaron a la final. Argelia y Senegal marcan una luz de esperanza porque son alegres, ofensivos y rápidos, pero también aplicados tácticamente hasta un punto aceptable. Sus dos técnicos tienen razones para soñar con llegar lejos en Catar.

A Suramérica están comenzando a traer técnicos europeos. Ecuador contrató a Jordi Cruyff, famoso por su apellido, mas no por sus logros, para dirigir su selección. Su nombre se suma al de Carlos Queiroz, en Colombia. Ojalá no se pierda la alegría de jugar.

 

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