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La bala de oro

Arturo Charria
18 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.

En Cúcuta, al igual que en otras ciudades de Colombia, los centros comerciales son lugares en los que confluye gran parte de la sociedad. Son espacios que funcionan como punto de encuentro para jóvenes, algunos son visitados como una forma de pasar el tiempo y hay quienes caminan por sus pasillos viendo en las vitrinas aquello que desean ser. Esta última relación es de la que quiero hablar, pues una vitrina dice tanto de un producto como de la sociedad que la contempla. En este caso lo exhibido eran dos cadenas de oro: la primera tenía una bala de fusil bañada en oro recubierta con diamantes y la segunda tenía un dije con la forma de pistola semiautomática, por supuesto, también en oro.

Estas cadenas no son de mal gusto, como muchos podríamos juzgar ingenuamente: son resultado de una estética imperante en la frontera y que, como toda cultura, genera sus propios lenguajes, códigos y productos. Por tanto, esas cadenas no surgen de la mente creativa de un joyero, sino de la acción consciente de un comerciante que sabe que hay una clientela que las demanda y que está dispuesta a pagar millones por ellas.

La combinación de pistolas, oro, balas y diamantes nos habla también de la situación que desde hace años vive la ciudad, en donde cada vez son más los actores que se disputan los mercados ilegales que bordean la frontera y que se extienden selva adentro en el Catatumbo. De ahí que estas cadenas no solo deben interesarnos para señalar lo obvio: decir que en Cúcuta hay “traquetos” y que producto de sus negocios se dan esos gustos.

Entonces, ¿qué pasa cuando la narcocultura domina la estética de un territorio? La respuesta no está en el campo del gusto, sino de las prácticas sociales, pues ambas van de la mano. No hay nada de malo en portar una cadena con una bala bañada en oros y diamantes, sino en aceptar las dinámicas sociales capaces de producirla, esas que hacen que la legalidad se vuelva la excepción, lo raro. Esta situación se vuelve más delicada en Cúcuta por las condiciones sociales en que vive gran parte de la población, a la que se suma una cultura históricamente flexible con el contrabando y en la que es casi imposible ascender socialmente.

Ahora bien, las cadenas podrían resultar anecdóticas, si no fuera porque a través de ellas podemos entender la relación que hay entre el origen de estas y la inseguridad de la región. Pues, a diferencia de lo que muchos ciudadanos creen, esta situación no es producto de unos migrantes que pasan por la trocha para robarse unos celulares, sino que tiene asidero en dinámicas mucho más estructuradas y complejas.

Quizá sea necesario seguir el rastro de esas joyas para entender la dinámica de la frontera y desenredar la idea que tenemos sobre la seguridad en Cúcuta, pues, al igual que en el cuento de García Márquez, estas prendas de oro también van dejando sangre a cada paso.

@arturocharria

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George(98053)18 de marzo de 2021 - 07:03 p. m.
El que compra una de esas lujosas y costosas cadenas de oro y diamantes, sabe que que las puede portar y lucir sin temor a que un ladronzuelo o atracador se la despoje, ya que como "traqueto" debe estar armado y hasta escoltado y por tanto el atracador puede perder la vida en el intento.
juan(5027)18 de marzo de 2021 - 04:03 p. m.
Prácticas sociales y prácticas políticas, como la que nos gobierna, untadas de narcocultura hasta los tuétanos.
Periscopio(2346)18 de marzo de 2021 - 02:39 p. m.
¿Con qué autoridad moral puede el gobierno del hipócrita narcoparaco combatir el narcotráfico cuando todo el mundo sabe que Uribellaco traquetea más que catre de motel barato, y como paramilitar se mueve más que las caderas de Shakira, al igual que su hermano Santiago, líder del bloque paramilitar Los doce apóstoles?
  • Periscopio(2346)18 de marzo de 2021 - 02:41 p. m.
    Cuando se le acusa de sus delitos Uribellaco es como el ladrón fugitivo que logra infiltarse entre sus perseguidores, y es el que más fuerte grita !COJANLO! !COJANLO!
Atenas(06773)18 de marzo de 2021 - 02:06 p. m.
"En rutilas monedas tasando el bien y el bien y el mal". Lo propio d una cultura derivada del mercado d los cult. ilícitos, del narcotráfico, d gustos frondios, ya d metales preciosos tallados en deslumbrantes joyas, ya en atractivas chicas prepago d lujosos vehículos y bajo el amparo d armas atemorizantes en todos los actores d nuestra violencia. Y así hasta q'la mat. prima sea erradicada.
Berta(2263)18 de marzo de 2021 - 11:22 a. m.
Muy buena columna.
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