La cárcel en la casa

Cartas de los lectores
28 de junio de 2019 - 05:00 a. m.

Lo que pasó en el Congreso la semana pasada fue pusilánime, tímido. El proyecto de ley anticorrupción que contemplaba, entre otras cosas, eliminar el beneficio de casa por cárcel para los funcionarios condenados se hundió tras recorrer un camino tortuoso de dos años que lo condujo, previsiblemente, a su hundimiento en última instancia.

La responsabilidad es del Gobierno, que lleva un año haciendo promesas y rasgándose las vestiduras por el tema de la corrupción, pero se demoró mucho tiempo en darle mensaje de urgencia al proyecto, lo que le habría dado un procedimiento preferente.

El país se encuentra en un clima de nueva frustración en este tema al ver cómo los dirigentes políticos nos siguen fallando y reafirman con sus acciones un nublado desaire por la lucha contra la corrupción. Mientras los corruptos hacen fiesta, la ciudadanía debe seguir reiterando y empujando los escasos beneficios para el sufrido pueblo.

Nada en nuestro país es sostenible, excepto la corrupción. El Estado dominado por la ultraderecha, la corrupción es la reina madre. Rodeados de más corruptos, enviciados, comprados e infectados por la plaga de la corrupción. Seguimos indiferentes ante los miles de cosas absurdas que suceden en el país, patrocinando en las urnas a una partida deshonestos. Engañando con propagandas farsantes para llevar corruptos a los cargos de elección popular o depositar un voto en contra de la paz.

No es imaginable un escenario peor que un Congreso donde un puñado de corruptos hace leyes. O no las deja hacer, como ha sucedido con el proyecto de ley de lucha contra la corrupción.

Seguiremos con la representación virtuosa de funcionarios corruptos que atracan el erario y, si son atrapados, pasan encerrados en su casa unas largas vacaciones, pero no devuelven lo robado. ¿ Ahí está el negocio? Unos años de encierro domiciliario y después a disfrutar del dinero mal habido. ¡La casa por cárcel, o ¡la cárcel en la casa!, son penas benévolas. La sanción real, la que sí haría temblar a los corruptos, sería obligarlos a devolver el producto de sus actos de corrupción, más una multa por cantidad igual. Eso los haría pensar tres veces antes de meter la mano en el erario.

¡Qué desfachatez la de nuestros padres de la patria! Claro está, cómo le van a dar trámite a algo que va en su contra, cuando muchos de ellos están siendo investigados y tienen familiares cumpliendo “condena”, no se van a echar cuchillo para su propia garganta. Ahora quedamos igual o peor de como estábamos, porque a sabiendas que no van a ir a la cárcel, sino a su casa, seguirán haciendo y deshaciendo chicha los recursos del Estado.

Anuar Cortázar Cáez, Cascajal, Magangué, Bolívar.

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