Entre las últimas lecturas de diciembre pude repasar las Memorias del general Daniel Florencio O’Leary, quien nació en Irlanda en 1801, pero murió en Bogotá en 1854. En esta ciudad contrajo matrimonio y tuvo nueve hijos. O’Leary fue un testigo privilegiado de los primeros años de la república, participó en numerosas campañas militares, ocupó cargos diplomáticos, estuvo en el sepelio de Bolívar en Santa Marta y pudo, además, organizar los archivos de este encontrándose en la isla de Jamaica, donde inició sus memorias.
Cuenta el oficial irlandés que Bolívar mantuvo un firme apego a los acuerdos firmados con Morillo para regularizar la guerra y evitar el fusilamiento innecesario de los prisioneros de ambos bandos y de los heridos en combate. Cuando el coronel Antonio Ramos fue fusilado en Caracas en 1822 por haber vuelto al bando realista, Bolívar reprochó abiertamente la decisión de los oficiales republicanos e hizo publicar en la gaceta oficial su descontento para poner a cubierto su honor. Sus respuestas eran duras y excéntricas, afirma el irlandés. Cuenta que un médico pidió a Bolívar su nombramiento oficial con el grado de teniente coronel. Sabido este que el mencionado médico había aprovechado la anarquía en que quedó Bogotá tras la fuga del virrey Sámano para saquear algunos almacenes, Bolívar escribió como respuesta al margen de su petición: “Conténtese usted con lo robado”.
Uno de los pasajes claves en el relato de O’Leary es el que describe el estado de cosas en la Colombia de 1825. Bolívar había estado ocupado en la campaña del sur del continente y se disgustó con el panorama que veía a lo lejos de Colombia. La república había obtenido de los ingleses un préstamo de 30 millones en 1824 para subvenir sus gastos y fomentar la industria en el país. Sin embargo, O’Leary afirma en sus memorias que dicho préstamo tenía condiciones onerosas debidas a “la mala fe e inexperiencia de los comisionados” Montoya y Arrubla. El irlandés señala que tan pronto llegaron esos millones fueron rápidamente dilapidados.
Uno de los escándalos más sonados fue el fusilamiento del coronel Leonardo Infante, hombre de color y de muchos méritos, sin las mínimas garantías procesales y con acusadores de dudosa credibilidad. Ante la división de los jurados y la presión del Ejecutivo para que fuese condenado a muerte, la Corte se declaró en discordia. Su presidente, el doctor Miguel Peña, se negó a firmar una sentencia que consideraba abiertamente ilegal. Debido a su actitud vertical fue acusado por la Cámara de Representantes y, admitida esta acusación por el Senado, fue suspendido prontamente de su cargo.
Repasar las Memorias de O’Leary nos lleva a preguntarnos: ¿cuál era su visión sobre el Congreso hace 195 años? El propio autor la define así: “Los Congresos no se componían de hombres independientes y capaces de posponer sus intereses particulares a los de la república. Había, empero, algunas excepciones; pero en la generalidad la vil codicia los iluminaba. Un cuerpo compuesto de tales hombres comúnmente pertenece al primer intrigante que se presenta a comprarlo”.