La economía no se recupera

Eduardo Sarmiento
19 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

A pocos días de que el DANE revelara el crecimiento de 2,8 % para el primer trimestre, los organismos internacionales, el Gobierno y los centros de estudio vaticinaron que la economía crecería por encima de 3 % y no faltaron los que la estimaron por encima de 3,5 %. ¿Por qué la constante de los últimos cinco años ha sido la falla sistemática de las proyecciones de los organismos especializados? Cuando las instituciones y los individuos se equivocan reiteradamente en las previsiones también se equivocan en las políticas, y mal pueden mantenerse incólumes.

La explicación la he dado repetidamente. Los organismos encargados de las predicciones económicas están basados en teorías que no corresponden a la realidad. Los analistas giran en torno a cifras globales que tienen repercusiones similares en todos los países cercanos. Así, esperan que el crecimiento esté cercano al promedio del consumo y la inversión, que siguen pautas de comportamiento análogas en todos los lugares. En cambio, no se les da mayor importancia al comercio internacional y al empleo, que son los elementos más estructurales de las economías y su influencia varía notablemente con las características propias. Por eso, las soluciones giran en torno a medidas generalistas universales que tienen efectos similares en todos los lugares.

En varias oportunidades señalé que la economía crecería en el trimestre y el año por debajo de 3 %. Simplemente, mientras el sistema operara con déficit en cuenta corriente de 4,5 % del PIB y crecimiento del empleo de 0,2 %, no era posible crecer al ritmo deseado por los organismos internacionales y nacionales. Por simple aritmética el gasto no podía subir por encima de 3 % y por razones económicas el producto nacional no podía superarlo. La economía quedó expuesta a un exceso de ahorro, en el cual la producción avanza por debajo de su potencial. El salario crece por debajo de la productividad del trabajo y el empleo se desploma.

El drama está en que el análisis de los economistas gubernamentales está basado en la creencia de que el crecimiento económico es determinado por la productividad. Así, se esperaba que la reducción de los gravámenes a las empresas estipulada en la Ley de Financiación conduciría a una expansión de la inversión y la producción que impulsaría toda la economía. No ocurrió de esa manera porque al mismo tiempo se elevaron los gravámenes al trabajo y las empresas no encontraron compradores nacionales e internacionales.

Las perspectivas para el año completo no son muy diferentes a las del primer trimestre. La economía perdió dinamismo en relación con los últimos trimestres del año anterior. La industria, la agricultura y la construcción no despegan. El modesto impulso de la economía proviene de la minería, el sector financiero y las importaciones. Lo más grave es que el cuantioso déficit en cuenta corriente y el elevado desempleo contribuyen a sostener el exceso de ahorro que torna ineficaces las políticas monetarias y fiscales convencionales y deteriora el mercado laboral.

La persistencia recesiva de la economía es sistémica. El cuantioso déficit en cuenta corriente, el crecimiento cero del empleo y el avance del producto por debajo de sus posibilidades son el resultado simultáneo de los desaciertos de las políticas monetaria, comercial y cambiaria, y, por consiguiente, están altamente relacionadas. No es algo que se pueda superar con disposiciones puntuales y universales. Lo que se plantea es reformular la orientación y coordinación del Banco de la República con la economía y cambiar la estructura de importaciones y exportaciones del comercio internacional.

 

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