#EconomíaParaMiPrima

La economía poscuarentena, para mi prima

Martín Jaramillo
16 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

Los papeles, notas y decretos del Gobierno pueden decir lo que sea. Pueden pretender controlar el género, la ruta y los barrios de las personas que trabajan. Pueden intentar encerrar de por vida a los “abuelitos”, exigir que les entreguemos nuestra información privada antes de salir y de paso decir que es porque nos están protegiendo. Lo que no pueden es ocultar la realidad a punta de decretos.

La realidad es que el peluquero ya atiende a domicilio, el mecánico ya está bajo el carro y el señor de los aguacates ya se pasea por los barrios con su megáfono: “Tres por diez, vea, tres por diez”.

La idea utópica del decreto va con tres semanas de atraso, mientras tanto, las actividades que “están prohibidas” ya se están reactivando en la informalidad y sin protocolos. Una opción que tenemos es fracasar ignorando la realidad y tratar de prohibirla a punta de bolillo y multas, como tratamos de hacerlo con Uber y la economía colaborativa sin éxito alguno. La otra opción pasa, inevitablemente, por aceptar la realidad, retomar la actividad con protocolos y enfocando los esfuerzos del Gobierno en que se estos puedan cumplir.

—Pero —me pregunta mi prima— ¿no podemos ayudar a los más necesitados con mercados y auxilios para que se puedan quedar en sus casas? ¿No dijiste en una columna anterior que eso había que hacerlo?

—Sí, de acuerdo. Eso es lo que teníamos que hacer cuando el Estado nos prohibió (con toda razón) salir de casa por unas semanas. Pero de eso no podemos vivir, la política de ayuda social no reemplaza los diez millones de empleos que perderemos si no hacemos algo. Acuérdate que cada vez serán más los que necesitan ayuda y menos los que pueden ayudar a financiar las ayudas.

—Pero, entonces, ¿por qué no es el Gobierno el que se mete la mano al bolsillo en serio y entrega ayudas más generosas?

—Porque el Gobierno, prima, no tiene “bolsillo”. Cuando el Estado gasta dinero, es porque ha metido la mano en el bolsillo de los ciudadanos. Los ciudadanos de hoy con impuestos, o los de mañana con deuda o inflación. El bolsillo es lo que tenemos, y este simplemente no alcanza a pagar la falta de empleo.

Para minimizar el impacto de la pandemia y la recesión en la vida de los ciudadanos, debemos seguir apuntándole a aplanar la curva para no volar el sistema de salud, pero también tomar medidas que correspondan a la realidad del país en que vivimos.

Nos va a tocar empezar a abrir restaurantes, cines y centros comerciales a la mitad de capacidad y con todos los protocolos necesarios. ¿Que va a ser muy difícil mantener un local solo con la mitad de los clientes? Sí, será muy costoso, pero es peor la cuarentena total. También nos va a tocar reactivar la movilidad entre ciudades e incluso entre países, con la clara instrucción de que todos entran a cuarentena total en un hotel cercano y controlado. Esto será costoso, pero no tanto como la restricción total.

Debemos abrir los deportes individuales: golf, tenis, parques de patinetas. Igual las playas. ¿Puede aumentar el contagio? Sí, pero como decía Julia Marcus, epidemióloga de Harvard, es más difícil mantener el control de la situación en el largo plazo con prohibiciones totales. El miedo nos pudo ser útil cuando no sabíamos mucho del virus, pero ahora puede resultarnos muy costoso si nos aplaza la adaptación a esta nueva vida.

Como ya necesitamos menos oficinas, el arrendamiento seguro bajará de precio y las empresas reducirán algunos costos. Algunos restaurantes se convertirán en dark kitchens para domicilios y algunas tiendas ofrecerán una mejor experiencia de compra en línea.

El ser humano sabe adaptarse y salir adelante en la adversidad. Necesita, por lo pronto, que el Gobierno le permita hacerlo, que pueda ver en él un aliado para controlar la salud y no un enemigo mientras busca adaptarse a la realidad.

@tinojaramillo

martin.jaramillo@email.shc.edu

 

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