La farsa del Tomate

Juan Pablo Barrientos
19 de enero de 2014 - 10:00 p. m.

Nacía en Colombia un grupo de indignados que acapararon la atención de la opinión pública. Se hacían llamar el Partido del Tomate y con ingeniosas manifestaciones estaban presentes en la agenda noticiosa del país. Escándalo que salía tenía su tomatina garantizada.

Jóvenes de todas las corrientes, universidades, ideologías hacían parte de los indignados. Su máxima preocupación, más que los escándalos cotidianos en el país, era la imposibilidad de participar en las elecciones parlamentarias del 2014, por no tener los requisitos que exige el Consejo Nacional Electoral para inscribirse como movimiento. Al final no pudieron y punto final al Partido del Tomate. ¿Por qué no siguió consolidándose este movimiento? ¿La indignación era solo  la plataforma para conseguir una curul en la Cámara o el Senado?

Daniel Quintero Calle es el fundador del Partido del Tomate. Años atrás fue candidato al Concejo de Medellín por el Partido Conservador. Ahora es candidato a la Cámara por el Partido Liberal. Antes del Liberal se la jugaba toda por el Partido del Tomate. Hace tres años enfocó su estrategia política lanzando a su hermano, Miguel Quintero Calle, al Concejo de Medellín por el Partido Verde. Antes que el Verde los recibiera tocaron puertas para esta candidatura en el Partido de la U y Cambio Radical. Semanas atrás estaba tirándole tomates en las plazas públicas del país a todos los partidos políticos y sus presidentes, por corruptos. Simón Gaviria también chupó de esta tomatina, pero ahora es el jefe de la metamorfosis política más extraña que jamás haya visto. ¿Habían conocido a alguien que a sus corta edad, 33 años, haya pasado por tantos partidos buscando ser elegido en un cargo de elección popular? ¿Así o más politiquero? El joven candidato demuestra que el único color que le interesa es el arco iris de su ambición.

De ese talante es el fundador del desaparecido Partido del Tomate. En pocos días saldrá con un marranito a la calle a recoger dinero para financiar la campaña, "para que sean los ciudadanos los dueños de la misma y así no depender de los emporios económicos". Lo hizo hace 6 años cuando era candidato al Concejo de Medellín por el Partido Conservador; lo hizo su hermano hace 3 años cuando era candidato al Concejo de la capital antioqueña por el Partido Verde y lo hará ahora cuando es candidato a la Cámara por Bogotá por el Partido Liberal. Lo que no cuenta el señor Quintero Calle es que detrás del marranito hay una abultada chequera, producto de su empresa. Y eso está bien, el joven empresario trabaja honradamente, pero no puede disfrazar las cuantiosas inversiones que hace a su campaña con un marranito al que no le sacan ni cinco millones de pesos.

Para terminar, en su página web el señor Quintero Calle dice haber estudiado "Administración de Finanzas Públicas en Harvard Kennedy School of Government". No sabía que unas cuantas semanas en esa universidad eran suficientes para obtener un título, como tanto político que estudia inglés en ese claustro o hace un cursito y luego consigna en su hoja de vida que es "egresado" de Harvard.

Qué tristeza que un politiquerito tradicional haya usado a decenas de jóvenes para construir una aspiración personal, que no funcionó por ahí, pero sí en un partido al que semanas atrás le tiraba tomates.  Ahora se lanza desde puentes, imita la voz del expresidente Álvaro Uribe y dice ser "diferente". Se perdió una grandiosa oportunidad de construir desde el movimiento de indignados, para arrodillarse ante la política tradicional en uno de los partidos más cuestionados en el país, el Liberal. Es peligroso creer en el anuncio engañoso  de alguien que dice que es distinto cuando demuestra que es más de lo mismo, pero peor.

 

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