La frontera caliente

Salomón Kalmanovitz
25 de noviembre de 2019 - 00:00 a. m.

La economía de Norte de Santander ha sufrido un choque por el derrumbe de la producción venezolana y de los subsidios que concedía el gobierno bolivariano. El costo de vida debió tener un aumento significativo —no contabilizado por el DANE— al dejar de contar con gasolina barata y tener que pagar un galón a $7.400, una decena de veces el precio que cobraban los pimpineros que la traían allende de la frontera. Así mismo, los precios de alimentos, como las harinas y otros bienes subsidiados, dejaron de tener presencia en los mercados de Cúcuta y del departamento.

El colapso de la oferta de bienes y combustibles en el vecino país ha dirigido una mayor parte de su demanda, y también de la doméstica, hacia la producción de Norte de Santander, fortaleciendo su economía; así, los venezolanos con acceso a dólares vienen a hacer sus compras a este lado de la frontera. Al mismo tiempo, sin embargo, el flujo de migrantes venezolanos es abrumador: ha contribuido a que Cúcuta tenga una tasa de desempleo de 16,5 % (frente al 11 % nacional) y la tasa de informalidad más alta del país, con 72 %.

Maduro se ha resignado a la dolarización de la economía como único remedio a la hiperinflación de 18,2 millones % que obtuvo en 2018 (cifra del FMI). Este fue el resultado de las políticas del chavismo de destruir la economía capitalista para colocar en su lugar un socialismo compinchero, ineficiente y corrupto, a la vez que financiaba con emisión un déficit fiscal de 35 % del PIB. A partir de 2014, el tamaño de la economía de Venezuela se ha reducido 48 %. Aun con el dólar y una nueva moneda digital, el petro (no precisamente en honor de nuestro contradictorio político), hay inflación por la escasez de bienes causada por las expropiaciones y controles de precios ejercidos por la dictadura del socialismo moderno.

Es difícil cuantificar de dónde vienen los dólares que sirven para la circulación interna de Venezuela. Una parte surge de su superávit de comercio, aunque también lo requiere para pagar deudas con los bancos chinos y rusos. En efecto, las exportaciones en 2018 alcanzaron US$34.000 millones y las importaciones solo US$13.000 millones, que es lo que tiene hambreada a la población. Se habla de que el lavado de los dólares del tráfico de la coca que se elabora en la región del Catatumbo funciona como complemento del Banco Central de Venezuela, al suministrar parte de la liquidez que demanda la economía del país.

La política de Duque ha sido desastrosa para todos los pobladores de la frontera, al ideologizar una relación con el vecino país que comparte 2.000 kilómetros de frontera y sacrificar los intereses nacionales. El Grupo de Lima, ya desintegrado, y su intención de derrocar a Maduro fue equivocada e ilusa, pues dejó a Colombia aislada, sin interlocución con un gobierno asediado y paranoico. El flujo emigratorio se compone en alguna medida de descendientes de emigrantes colombianos de primera y segunda generación que no encuentran representación consular para arreglar sus asuntos. El cierre frecuente de la frontera es nocivo para los negocios de Norte de Santander. Trump ha dejado de apoyar la iniciativa de Colombia y negocia en secreto con Maduro, lo cual deja a Duque colgado de la brocha.

El inconformismo llevó a la región a elegir gobernador a Silvano Serrano, y a Jairo Yáñez como alcalde de Cúcuta, ambos por fuera de las roscas de la política tradicional.

 

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