La “jugadita”: gol, VAR y autogol

Pablo Felipe Robledo
24 de julio de 2019 - 06:00 a. m.

Macías dejó su cargo de la misma manera en que lo recibió: en medio de jugaditas torpes y provocadoras. La razón, porque eso es él, además de mentiroso, vengativo y lagarto, características que, juntas, nunca se habían visto en un presidente del Congreso. Lo más triste es que por ese ramillete de “virtudes” es que fue el ungido de Uribe para presidir el Senado.

La historia está llena de presidentes del Congreso sumidos en grandes dificultades, incluso condenados por todo tipo de delitos (Cáceres, Gómez Gallo, Carlos García, Mario Uribe, Ramón Elías Náder, etc.), lo cual es más grave, pero no tan inédito como lo de Macías.

Macías y sus jugaditas se dieron a conocer hace casi un año en la posesión del presidente. Ahí dejó ver su ADN. La jugadita de ese día fue concertada con sus jefes y su partido. Jugó al malo de la película, mientras Duque al bueno. Insultaba al gobierno Santos al paso que Duque, en tono amable, llamaba a la unidad nacional. Se encargó de mostrar, con cifras y datos inventados, que todo era un caos, al tiempo que Duque invitaba a construir un futuro sin viaje al pasado. Todo fue tan exagerado y simulado, que Macías terminó opacando el discurso de posesión de Duque, logrando que todas las barras, excepto las bravas del CD, estuviesen en su contra. Trató de meter un gol, pero el país le cantó un autogol en el primer minuto del primer tiempo, del cual jamás pudo reponerse. El VAR (con audio y video grabado con un teléfono de una periodista) lo delató. El país vio cómo su equipo del CD lo vitoreó en el camerino como si se tratase del goleador del partido, lo cual generó indignación nacional.

Macías tuvo otras jugaditas en fuera de lugar: propuso una constituyente para excusar la falta de liderazgo del Gobierno; entuteló a la Cámara para tratar de revertir la aplastante mayoría contra las objeciones a la JEP y después no supo sumar, restar y dividir para reconocer el hundimiento de ellas en el Senado, tarea aritmética que sí hizo la Corte Constitucional.

En sus últimos minutos de partido, insistió con más jugaditas. Esta vez no para empatar sino para burlarse del rival, síntoma de su falta de fair play. Mostró sus dotes de provocador, al instalar, porque sí y ante sí, una placa en honor a Uribe, su patrón. Y finalmente, por dárselas de sagaz e inteligente, montó una jugadita de laboratorio en el último minuto del partido para cercenarle a la oposición la posibilidad de hacer réplica a la intervención presidencial, lo cual es un derecho, no un capricho, y como tal, él no tenía la potestad sino la obligación de salvaguardarlo. Macías trató de meterle un gol a la oposición, pero otra vez llegó la tecnología del VAR (TV y micrófono) y el país le cantó otro autogol, pero en este caso con la probabilidad de no poder revertirlo jamás ante la inminente tarjeta roja que le sacará la Procuraduría una vez revise la tal jugadita. Eso es lo que le pasa a todo jugador marrullero y provocador.

Senador Macías: entienda que usted no cometió un error. Usted violó la ley. Conspiró contra algo sagrado: los derechos de la oposición.

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