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La ‘luisperización’ de Medellín

Juan Pablo Barrientos
05 de mayo de 2014 - 04:32 a. m.

La burocratización de Medellín, para pagar favores políticos, es otro de los descaches del alcalde Aníbal Gaviria.

Crear cinco vicealcaldías, seis nuevas secretarías y 538 nuevos cargos no fue más que una jugarreta de Gaviria para quedarle bien a quienes lo llevaron a regir los destinos de la ciudad. ¿Qué hay de nuevo en la administración de Medellín que nos permita concluir que la creación de estos cargos era necesaria? Nada, por el contrario, el ciudadano no sabe a quién acudir. Antes, y para asuntos de orden público, el secretario de gobierno era quien estaba al frente. Ahora existen tres figuras: secretario de gobierno, secretario de seguridad y vicealcalde de seguridad. ¿De quién depende la seguridad de Medellín? No sabemos aún, seguimos investigando, aunque las primeras pesquisas indican que de los pactos de fusil.

Uno de los cargos más cacareados, desde la misma campaña,  fue el de secretario de seguridad de Medellín. Desde su creación, esta secretaría ha sido una oda a la ineptitud. Primero fue Eduardo Rojas, un ingeniero de sistemas que no sabía dónde estaba parado. Era un ídolo, pues se aprendió una única respuesta para todos los problemas por los que era consultado: “Hay que poner cámaras”. Esa era su obsesión a pesar de que las balaceras, la extorsión y el microtráfico no daban tregua. Luego, llegó en calidad de encargado (encarguito de siete meses), Arnulfo Serna, quien sin haber sido secretario en propiedad hizo más que @r0j4s (cuenta de Twitter del anterior secretario) y que el actual. Al menos tenía claro en qué consistía la política criminal de Medellín.

Finalmente, se posesionó Iván Darío Sánchez, un administrador de negocios y capitán de la Reserva de la Fuerza Aérea Colombiana. La mejor descripción para la gestión del secretario Sánchez la hizo El Colombiano en su editorial del 2 de mayo: “lo que no ha tenido de eficiente en su cargo lo tiene de imprudente y precipitado: en tales manos están la seguridad de esta ciudad y la confianza pública”, esto en referencia a que el secretario, sin escuchar la versión del periodista Esteban Vanegas, víctima de abuso policial en las marchas del primero de mayo, saliera a decir que el joven reportero había agredido a la policía y emprendido la huida, justificando así la actuación de la policía, en cabeza de otro nefasto personaje que merece columna aparte: José Ángel Mendoza, comandante de la Policía Metropolitana.

En veinte meses, Medellín ha tenido tres secretarios de seguridad. Ninguno ha pegado y este último, por su gestión y sus salidas en falso, está en mora de presentar su renuncia para permitirle a alguien, capaz, que termine el actual periodo gubernamental, pues por lo que le he escuchado a varios candidatos a la alcaldía, su intención es acabar con la sinvergüencería que trajo consigo la tal modernización, es decir, no más vicealcaldías ni todas las plazas que de ellas se derivan. Son tan inútiles esos cargos que aunque existe la vicealcaldía de Hábitat, Movilidad, Infraestructura y Sostenibilidad, quien estuvo a cargo de toda la tragedia del edificio Space fue la vicealcaldesa de Educación, Cultura, Participación, Recreación y Deporte. Plop, literalmente.

Aníbal Gaviria luisperizó la administración municipal. En campaña mantuvo el argumento de que Luis Pérez no podía ser alcalde porque la ciudad volvería a prácticas clientelistas y corruptas. A pesar de esto, nombró a personajes allegados a Luis Pérez y a otros, como Diego Gallo, de quien se le advirtió no era muy confiable. Se inventó la Modernización de Medellín para pagar favores políticos que le permitieron ganar por una pírrica diferencia, con un argumento tan flojo y contradictorio como el de “modernizar es agrandar el Estado para hacerlo eficiente”. La Secretaría de Seguridad de Medellín es la radiografía perfecta de lo que pasa en la administración municipal: una clientela que hay que atender para mantener el capital político (véase triunfo de la hermana del alcalde, Sofía Gaviria); un concejo, con algunas excepciones, arrodillado por carguitos burocráticos; un gabinete en el que nadie sabe quién manda ni de quién depende y un alcalde que sabe hacer relaciones públicas en Bogotá.

Dardos

-Siguiendo con Medellín, ¿en qué pararon las investigaciones contra Ana Milena Joya y Margarita Ángel, secretaria de Medio Ambiente y directora de la EDU, respectivamente? Ambas fueron cómplices del golazo que nos quería meter Diego Gallo. Ya es hora de ver resultados.

-“Voy a imponer la Urbanidad de Carreño en el pensum de todos los colegios de Colombia”: Marta Lucía Ramírez. Maravillosa revolución educativa la que nos espera de resultar elegida la candidata conservadora.

-Enemigos, el libro de Vicky Dávila, es un excelente trabajo periodístico que merece ser leído para entender la actualidad de la realidad política colombiana.

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