La memoria debe conmover

Arturo Charria
12 de septiembre de 2019 - 05:30 a. m.

Para muchos la palabra “conmover” tiene una connotación negativa. La vinculan con vulnerabilidad, condescendencia o lástima, como si estas emociones fueran, en sí mismas, una carga; como si sentir estuviera prohibido.

Sin embargo, basta con ver la definición propuesta por María Moliner de ‘conmover’ para entender su significado y su potencia: “Hacer temblar una cosa apoyada pesadamente en un sitio”. Adicionalmente, la filóloga española sugiere algunos usos que dan mayor contundencia a la palabra: “Los golpes en la puerta conmovían la casa. Un terremoto conmovió la ciudad”.

Por eso, cuando se afirma que una de las principales funciones que tiene la memoria es conmover, se plantea que tiene la capacidad de hacer estremecer las estructuras más robustas del pensamiento y de las emociones, de la misma forma en que un terremoto puede derrumbar las paredes más sólidas y antiguas de una ciudad.

En otras palabras, la memoria tiene la capacidad de transformar imaginarios y sacarnos de nuestro lugar de enunciación. Esto implica entender que la memoria no solo nos ofrece información sobre el conflicto armado y sus impactos, sino una forma de aproximarnos a dicho conocimiento desde las emociones. De ahí que los usos políticos de la memoria resulten problemáticos, pues instrumentalizan el dolor para reafirmar odios y posiciones radicales, en lugar de construir vínculos desde lo humano.

Ahora bien, la palabra “conmover” no se queda exclusivamente en un “sacudón” que en ocasiones puede “derrumbar” ciertos imaginarios que se tienen. También implica moverse o, lo que es más preciso: moverse por otros y con otros. De ahí la importancia del prefijo “con”, que significa: colaboración, participación, unión, compañía, cooperación. Por tanto, al afirmar que la memoria debe conmover, se establece que no es un movimiento que se da, exclusivamente, al interior del pensamiento de una persona, sino que es, ante todo, un sentimiento solidario que se construye colectivamente. Entonces podemos afirmar que toda memoria que conmueve es solidaria.

Es urgente que el debate público sobre la memoria en Colombia recoja la naturaleza misma del concepto, pues las decisiones tomadas por la actual administración del Centro Nacional de Memoria Histórica están siendo erradas por intentar ser complacientes con nuevas agendas políticas. Por más caprichosas que resulten estas decisiones, no afectarán la potencia que tiene la memoria, tan solo destruirán la legitimidad que esta institución había logrado consolidar.

Se equivocan quienes piensan que la existencia de la memoria depende de quien administre una institución, ya que esta es consecuencia de años de lucha social. Una memoria que se instaure por decreto jamás logrará conmover. Hará ruido, generará opiniones, se llenará de aplausos complacientes, pero será estéril, porque no podrá movilizar.

Este no es un escenario nuevo para la memoria, pues el sentido del pasado y del presente siempre serán un campo en disputa. Lo que sí es fundamental es no perder de vista el sentido que tienen las palabras y sus implicaciones sociales, así como la potencia que tiene el lenguaje para hacer posible el mundo. Este es el reto que tenemos con la memoria: mantener viva su capacidad de conmover, de movilizar y de ser solidaria.

@arturocharria

charriahernandez@hotmail.com

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