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La Memoria Histórica y el papa Francisco

Aldo Civico
30 de julio de 2013 - 11:00 p. m.

El fin de semana pasado, dos lecturas se cruzaron en mi mente construyendo un collage en el cual ambas se complementan: el informe general del Grupo de Memoria Histórica y los discursos de papa Francisco en Río de Janeiro.

Además del informe ¡Basta ya!, que relata las barbaries que se cometieron a lo largo de los últimos 50 años en el país, me impresionó la reacción de muchos que quedaron “horrorizados”, “aterrados”, “con piel de gallina” y “con rabia” por la verdad desvelada; se tomó consciencia de una realidad que muchas veces se ha preferido olvidar y ocultar, como si se hubiera tratado de una verdad misteriosa destinada a ser negada, pero que finalmente afloró.

El abrir finalmente los ojos y el tomar conciencia de esta verdad traumática es lo que permite conjugar la memoria histórica y la utopía del futuro, rompiendo en el presente con los patrones del pasado y construyendo un futuro distinto. Por eso, algunas de las palabras pronunciada por el papa Francisco en Brasil me parecieron de extraordinaria actualidad para Colombia. A continuación, una pequeña selección de lo afirmado por el papa.

La indiferencia. “Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales”.

La grandeza de una sociedad. “La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza”.

Seguridad ciudadana. “Ningún esfuerzo de ‘pacificación’ será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma”.

Rehabilitar la política. “El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política… el futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza… los gritos que piden justicia continúan todavía hoy”.

La cultura del encuentro. “En este humanismo economicista que se nos impuso en el mundo, se ha abierto paso una cultura de la exclusión, una cultural del descarte”. “La única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos con actitud abierta y disponible, sin prejuicios”.

Diálogo, diálogo, diálogo. “Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que se quede encerrada en la pura lógica o en el mero equilibrio de la representación de intereses establecidos”.

Injusticia social, exclusión y la cultura del descarte han sido parte del horror del pasado en Colombia. Hoy existe una oportunidad para que la solidaridad y el diálogo sean el fundamento de un futuro más vivible y en paz.

 

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